/ domingo 23 de junio de 2024

ABRIR Y ENTRAR POR LA PUERTA

Antiguamente las ciudades guardaban su entrada con una puerta monumental y fortificada. La puerta garantizaba la seguridad de los habitantes, por tanto, apoderarse de la puerta significaba hacerse dueño de la ciudad y, en su caso, recibir las llaves de la ciudad equivalía a ser un invitado distinguido.

Dios abre las puertas del cielo para enviar toda clase de bendiciones a la tierra, pero desde que se cerró el paraíso Jesús abre el cielo; él mismo viene a ser la verdadera puerta del cielo y ha descendido a la tierra. El que no esté atento hallará la puerta cerrada. ¿Qué hacer cuando parece que todas las puertas se cierran? En la vida podríamos encontrar historias de fracasos, atascos o incomprensiones. El punto no está en definir si la vida es fácil o difícil, sino en cómo reaccionamos ante la adversidad.

Vivamos bien y los tiempos serán buenos; los tiempos somos nosotros. Quizás no podemos convencer a todos los hombres; procuren vivir bien los pocos que me escuchen y seremos esa cerradura que abre la puerta a una vida nueva. Ha llegado el momento de abrir tus puertas tras mantenerlas cerradas durante años, tal vez cinco años, diez años treinta o más. Que cuando Él venga esté tu puerta abierta; ábrele también tu alma y el interior de tu mente para que pueda contemplar en ella la riqueza de la rectitud y el tesoro de tus más profundos deseos por hacer el bien, así como la suavidad que esperas de su gracia. Dilata el vientre de tu corazón, sal al encuentro de la luz que ilumina a todo hombre dispuesto a recibir a Dios con las puertas abiertas, ¡espera! No cierres las puertas porque te privas a ti mismo de la luz, no lo dejes afuera, aunque tiene poder para entrar no quiere hacerlo a la fuerza.

Hay una puerta en nuestra alma, ¡portones, alzar lo dinteles! Tengo la impresión de que mientras se vive hay oportunidad. Dios llegará esta noche y colmará todas las expectativas; traerá una bolsa repleta de humildad y misericordia, entonces, con ternura te colmará en sus brazos. Déjate cuidar como un niño sumiso en los brazos de su padre. No te resistas ni te sientas mal, ten confianza y verás. ¿Quién será capaz de rechazar su amor? Todo está premeditado, empéñate, amigo mío. Fuera de este encuentro no des lugar a otros pensamientos, no sea que todo el anhelo de tu alma se distraiga; Él conoce la triste mirada de tus ojos y quiere sumergirse en ti, si lo miras con el corazón, sentirás consuelo, pero eso solo depende de ti, para esto no hace falta haber realizado grandes estudios, basta con abrir las puertas de tu alma.

Conténtate, alma mía, con ser buena y abrir las puertas del corazón. Lo demás déjalo en mis manos, dice el Señor, que me ocuparé, tengo que decirte que recientemente he buscado a muchas almas, pero muy pocas han dejado abiertas sus puertas a mi ser, no obstante, por esta vía seguiré. En efecto, el rechazo puede ser tolerado en la libertad, pero para alcanzar el proyecto del amor de Dios es necesario abrir y entrar por la puerta ¿Tendrá respuesta en ti?

Antiguamente las ciudades guardaban su entrada con una puerta monumental y fortificada. La puerta garantizaba la seguridad de los habitantes, por tanto, apoderarse de la puerta significaba hacerse dueño de la ciudad y, en su caso, recibir las llaves de la ciudad equivalía a ser un invitado distinguido.

Dios abre las puertas del cielo para enviar toda clase de bendiciones a la tierra, pero desde que se cerró el paraíso Jesús abre el cielo; él mismo viene a ser la verdadera puerta del cielo y ha descendido a la tierra. El que no esté atento hallará la puerta cerrada. ¿Qué hacer cuando parece que todas las puertas se cierran? En la vida podríamos encontrar historias de fracasos, atascos o incomprensiones. El punto no está en definir si la vida es fácil o difícil, sino en cómo reaccionamos ante la adversidad.

Vivamos bien y los tiempos serán buenos; los tiempos somos nosotros. Quizás no podemos convencer a todos los hombres; procuren vivir bien los pocos que me escuchen y seremos esa cerradura que abre la puerta a una vida nueva. Ha llegado el momento de abrir tus puertas tras mantenerlas cerradas durante años, tal vez cinco años, diez años treinta o más. Que cuando Él venga esté tu puerta abierta; ábrele también tu alma y el interior de tu mente para que pueda contemplar en ella la riqueza de la rectitud y el tesoro de tus más profundos deseos por hacer el bien, así como la suavidad que esperas de su gracia. Dilata el vientre de tu corazón, sal al encuentro de la luz que ilumina a todo hombre dispuesto a recibir a Dios con las puertas abiertas, ¡espera! No cierres las puertas porque te privas a ti mismo de la luz, no lo dejes afuera, aunque tiene poder para entrar no quiere hacerlo a la fuerza.

Hay una puerta en nuestra alma, ¡portones, alzar lo dinteles! Tengo la impresión de que mientras se vive hay oportunidad. Dios llegará esta noche y colmará todas las expectativas; traerá una bolsa repleta de humildad y misericordia, entonces, con ternura te colmará en sus brazos. Déjate cuidar como un niño sumiso en los brazos de su padre. No te resistas ni te sientas mal, ten confianza y verás. ¿Quién será capaz de rechazar su amor? Todo está premeditado, empéñate, amigo mío. Fuera de este encuentro no des lugar a otros pensamientos, no sea que todo el anhelo de tu alma se distraiga; Él conoce la triste mirada de tus ojos y quiere sumergirse en ti, si lo miras con el corazón, sentirás consuelo, pero eso solo depende de ti, para esto no hace falta haber realizado grandes estudios, basta con abrir las puertas de tu alma.

Conténtate, alma mía, con ser buena y abrir las puertas del corazón. Lo demás déjalo en mis manos, dice el Señor, que me ocuparé, tengo que decirte que recientemente he buscado a muchas almas, pero muy pocas han dejado abiertas sus puertas a mi ser, no obstante, por esta vía seguiré. En efecto, el rechazo puede ser tolerado en la libertad, pero para alcanzar el proyecto del amor de Dios es necesario abrir y entrar por la puerta ¿Tendrá respuesta en ti?

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