/ viernes 5 de julio de 2019

Adicciones peligrosas

Nos decía un buen amigo: “Sabías que muchos adolescentes y jóvenes han aceptado que por lo menos una vez han probado una droga de las que hay en el comercio formal, como en el clandestino: alcohol, tabaco, marihuana y otras”. A lo que nosotros agregaríamos: el uso de los celulares que muchos padres les dan a sus hijos, sin saber el daño que les hacen.

Cuando escribíamos estas líneas, leímos en este matutino que tres de cada 100 niños, de sexto grado, lo han hecho con la marihuana.

Las drogas destruyen alguna parte del cuerpo y a la larga pueden provocar alguna enfermedad lo que da por resultado una generación de adultos enfermos que son lastre para la familia entera.

El uso del celular es verdadero esclavizador de su dueño, que por atenderlo se vuelve antisocial, es decir prefiere jugar con los juegos que contienen que platicar con amigos y familiares y, lo que es peor, por más advertencias que se les haga a los que manejan con el celular en la mano, por el peligro de tener algún accidente, no dejarán de hacerlo.

Ahora bien, en cuanto a las drogas somos los padres los primeros en evitar que nuestros hijos se inicien con alguna, para evitar la adicción, por el resultado mencionado líneas arriba, además de llevarlos a buscar el dinero fácil, tomando en casa sin pedirlo o en la calle; mendingando en un principio, y robando después.

Así pues, tratemos de evitar el uso de ambas cosas para vivir con cierta tranquilidad, ya que tener una tranquilidad total no es posible mientras no la haya ni en la ciudad ni en el país entero.

No podemos negar la utilidad del celular cuando es utilizado para facilitar la comunicación al solicitar algún favor o ayuda, únicamente.

Hemos dicho que el ejemplo es la mejor forma de aprendizaje, así que si toman procuren no hacerlo delante de sus hijos para que no los vean, porque de lo contrario les puede suceder lo que pasa en la poesía “Porque me quite del vicio” en el fragmento que transcribimos a continuación: “Al salir de mi trabajo, / m´iba con los amigos. / Y luego ya a medios chiles / mercaba yo harto refino, / y regresaba a mi casa / ´onde mi aguardaba m’hijo. / Y allí…¡duro! trago y trago / hasta ponerme pitino… / ¡Y aistaba la tarugada! / Ya dinantes les he dicho / lueguito via a mi vieja / que llegaba a hablar conmigo / y yo a contestar con ella / como si juera dialtiro / cierto lo que estaba viendo, / y en tan mientras que m’hijo / se abrazaba a mí asustado / diciéndome el probe niño: /¿’Onde está mi mamacita?.../ Dime ‘onde está papacito… / ¿Cómo yo no la diviso?... / y probrecito lloraba / y pelaba sus ojitos / buscando aquella que tanto quiso.

Lo mismo debemos hacer con el cigarro, primer paso para llegar a la marihuana. ¡Salud!