La mayoría calificada obtenida por el oficialismo de Morena, fruto de una sobrerrepresentación que desafía los principios básicos de la proporcionalidad democrática, ha inaugurado una era de potencial autoritarismo legislativo que amenaza con socavar los cimientos mismos de la República.
La iniciativa de reforma constitucional propuesta para someter a jueces, magistrados y ministros estatales y federales al voto popular no es sino un intento velado de desmantelar la independencia judicial, pilar fundamental de cualquier democracia funcional. Esta maniobra, que pretende anular la carrera judicial de un plumazo y abrir las puertas a una justicia populista, evoca las palabras de Winston Churchill cuando advertía: "La democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás que se han inventado". En efecto, la democracia requiere de contrapesos y de un poder judicial independiente para no degenerar en una tiranía de la mayoría.
La suspensión del debate otorgada por dos jueces, y la subsecuente retirada del grupo parlamentario del PRI de la sesión, fue un acto de resistencia institucional, para demostrar que, aun en la adversidad, existen fuerzas dispuestas a defender el Estado de derecho.
El peligro de esta situación no puede subestimarse. La intransigencia mostrada por la mayoría oficialista, su negativa a considerar argumentos contrarios o a buscar matices en su propuesta, evoca los regímenes autoritarios históricos. La propuesta de elegir jueces por voto popular no solo atenta contra la separación de poderes, sino que abre la puerta a la infiltración de intereses oscuros en el sistema judicial.
La lección que debemos extraer de esta coyuntura es clara: la democracia no es un sistema que pueda darse por sentado. Requiere de una vigilancia constante y de la disposición de todos los actores políticos para defenderla, incluso cuando ello signifique ir en contra de la corriente mayoritaria. México se encuentra en una encrucijada histórica. La tentación del autoritarismo legislativo, alimentada por una sobrerrepresentación artificial, amenaza con desmantelar los equilibrios institucionales que son el fundamento de cualquier democracia saludable. La propuesta de someter el poder judicial al voto popular no es solo un ataque a la independencia de este poder, sino un paso hacia la erosión del Estado de derecho.
Frente a este desafío, las palabras de Churchill resuenan con una fuerza renovada: "Nunca te rindas. Nunca, nunca, - en nada, grande o pequeño, largo o corto - nunca te rindas excepto ante convicciones de honor y buen sentido". Es el momento de que todos los actores comprometidos con la democracia en México se unan para resistir esta deriva autoritaria.
El futuro de la democracia mexicana está en juego. La forma en que se resuelva esta crisis determinará si México avanza hacia un sistema de justicia populista y un autoritarismo legislativo, o si logra preservar los principios fundamentales de la democracia y el Estado de derecho. La oposición en un sistema democrático desempeña un papel fundamental como contrapeso al poder gubernamental, especialmente frente a regímenes que muestran tendencias autoritarias.
Su función va más allá de la mera crítica; representa la voz de los sectores de la población que no se sienten representados por el gobierno en turno y actúa como guardián de los principios democráticos. En contextos donde el poder ejecutivo y su partido buscan concentrar el control, la oposición se convierte en bastión de defensa de la pluralidad política y la diversidad de ideas.
Institucionalmente, la oposición contribuye a mantener la salud del sistema democrático al exigir transparencia, rendición de cuentas y apego a la legalidad. Su presencia en los órganos legislativos, aunque minoritaria, es crucial para cuestionar, debatir y, en ocasiones, frenar iniciativas que puedan atentar contra el Estado de derecho o los derechos fundamentales de los ciudadanos. Nosotros no nos rendiremos, a pesar de su pulsión autoritaria.
@lorenapignon_