En nuestro país, la realidad es increíble y lo increíble, se vuelve realidad. Y si no, juzgue usted: la contingencia sanitaria obliga a la población a una reclusión obligatoria, menos a nuestros gobernantes que pueden viajar libremente por donde le plazca y desentenderse del cubrebocas o la sana distancia.
Obligatoriamente por la pandemia, la población vulnerable no debe acudir a sus fuentes de trabajo lo cual hacen puntualmente los integrantes de los cabildos de Minatitlán y Coatzacoalcos, a quienes se les ha respetado el derecho y desde el inicio de la crisis laboran desde sus casas recibiendo su salario puntualmente, lo que no ocurre con el resto del personal con enfermedades crónico degenerativas o mayores de 60 años que son despedidos, si no se presentan en sus departamentos para la jornada laboral.
Con la premisa de un gobierno humanista y de que primero los pobres arribaron al poder y hoy que gobiernan obligan a éstos, a quedarse en casa y a que sea la divinidad quien les provea las necesidades básicas de casa, vestido y sustento cayéndoles como anillo al dedo, lo dicho por San Agustín: si toda carencia es desgracia, toda desgracia es carencia. Ni modo, así pasa cuando sucede.
Y aunque usted no lo crea, un alcalde del sur del estado, considerado fi-fi y conservador por su militancia en partidos como el PRI y el PAN, es el que atiende primero a los pobres al equipar a los hospitales con camas e insumos sin ser de su competencia y entregándoles vales para la adquisición de comestibles y gas doméstico.
En su reciente gira por la región, el presidente López Obrador recibió la queja fundada, de que dos funcionarios y militantes de Morena, suelen ser muy valientes con las mujeres: el alcalde de Coatzacoalcos Víctor Carranza a quien la ley ya lo alcanzó pero aún no le aplica la sanción correspondiente por las agresiones en contra de la síndica Jazmín Martínez Irigoyen y el diputado por Cosoleacaque Manuel Gómez Ventura, por golpear en el rosto a su vecina Carolina Ruiz, por tener la osadía de estacionarse frente a su casa, averiguación previa que luego de dos meses aún duerme el sueño de los justos.
Debemos aceptar, que el coronavirus forma ya, parte de nuestra realidad y tendremos que vivir con ella como ocurrió con la peste, la lepra o más recientemente con el sida cuya mortalidad ha sido contenida guardando las medidas y prevenciones necesarias; la sana distancia, la higiene personal y la buena nutrición parecen ser lo único que nos mantendrá alejados del Covid-19.
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