El pasado 24 de octubre se hizo pública la Carta Encíclica del Papa Francisco, cuyo título sugerente es “Dilexit nos”. Se trata de un Documento bellísimo y de mucha actualidad en estos tiempos de algoritmos y de inteligencias artificiales por todos lados.
Y, según parece, vuelve al tema central de la predicación de Jesús y, por tanto, del cristianismo: el amor. El tema del Documento es el amor humano y divino del corazón de Jesús. Se desarrolla de manera muy asequible en 220 numerales que se pueden leer con mucha agilidad y rapidez, pues el tema atrapa por la sencillez y profundidad de su composición. Son menos de 150 páginas, en las que uno puede adentrarse en una reflexión bellísima, y recibir un gran compromiso.
La Encíclica se organiza en cinco capítulos. El primero se titula, “la importancia del corazón”, en el que se expresa qué es lo que se entiende por corazón, haciendo un repaso de la comprensión del mismo en la historia y la literatura. Y se hace una apuesta esperanzadora sobre la renovación del mundo desde el corazón. Qué gran oportunidad, esa correlación que ahora se parece ignorar, pero que no se separa la renovación del corazón de la renovación social.
El segundo capítulo se titula, “gestos y palabras de amor”, donde se retoma la importancia de los gestos y de las palabras, el valor de la mirada. Todo desde la cercanía que ha tenido Dios con los hombres, pues, “Cristo muestra que Dios es proximidad, compasión y ternura” (DN35).
El tercer capítulo, “Este es el corazón que tanto amó”, es sugerente por todo, entre otras cosas, porque pone en alerta de venerar ciegamente el corazón de Jesús separado de su persona, de todo lo que fue y lo que hizo.
El cuarto capítulo, “Amor que da de beber”, se detiene a repasar la devoción que han tenido innumerables santos al corazón de Jesús, y el bien que ha hecho todo ello en la vida interior. Así como la devoción del consuelo que traslada a consolar.
Por último, el quinto capítulo, “Amor por amor”, es formidable porque traslada la mirada y la atención a la resonancia que tiene esta devoción en la historia de la espiritualidad, con imágenes sugerentes como la reparación, la fraternidad, el perdón, la comunión, la ofrenda de amor y la armonía.
En suma, es una encíclica bellísima, tal vez no esperada porque las miradas estaban puestas en el Sínodo y los trabajos sinodales, pero es, sin duda, un preciosos regalo del Papa al mundo.