“Cuando nombro la poesía, nombro al hombre. Corazón solidario, mano amigable. Cuando la nombro también me aturdo y lloro, por nuestro principal recurso natural no renovable”, así cantan los versos de Alí Primera. Un canto de amor y confianza en la humanidad.
Como él, muchos son quienes han venido apuntando a través de los años el papel liberador y transformador del arte: poesía, música, letras, baile… Toda manifestación artística es una semilla de lo que deberían ser los bienes más preciados de la tierra: solidaridad, empatía, respeto, amor, libertad…
Nos han hecho creer que el arte pertenece a las grandes salas, a la academia, que requiere reflectores y sólo unos cuantos son llamados a ella. Desde hace siglos se usa de forma sectaria, como signo de poder económico o de inteligencia, y hay una clara división entre lo que considera arte y cultura, y lo que es nombrado peyorativamente folclore o “del pueblo”.
Como toda manifestación humana, el arte no está exento de posturas políticas y sociales; también a través de él se libran batallas y se busca rescatarlo de los puristas y la neutralidad para regresarlo a la calle, a la gente.
Si bien el arte es un impulso que borbotea en las venas de todos, a algunos los empuja a la creación y a otros a la contemplación, para llegar a ello es necesario impulsarlo, cultivarlo, hacerlo asequible a todos. El arte en la educación juega un papel fundamental para la expansión integral de la inteligencia humana.
Educar en el arte no se trata de que todos seamos creadores, sino de aprender a dejar que una melodía nos invada y erice la piel; que un poema nos cale profundo; que una danza nos eleve sin mover los pies. Se trata de aprender a ejercer las cualidades que nos hacen más humanos.
En los creadores suele haber un hilo conductor: el deseo de compartir, de mostrar una luz, de cautivar, de liberar. El arte es también un arma contra la opresión, contra la violencia y el salvajismo del sistema; el arte también es creador de conciencia de unidad, hace comunidad y apuesta a un futuro mejor.
El arte es rebeldía porque para crear y disfrutar es necesario tiempo, espacio, practicar la contemplación y la lentitud, actitudes que van en contra del sistema capitalista que nos empuja a la rapidez y la fugacidad.
Escribió Gabriel Celaya: “Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica (…) Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penaspersonales, me ensancho”.
Decir arte es decir humanidad. Hagamos poesía, hagamos música, hagamos letra; seamos poesía, seamos música, seamos letra; seamos creación y creadores de ese otro mundo que sí es posible. La utopía también es arte. La revolución también es arte.