Cada 04 de agosto se celebra la memoria del cura de Ars, san Juan María Vianney, un sacerdote ejemplar, modelo de pastor y testimonio de vida para los sacerdotes que tienen a su cargo el servicio de párrocos. Un hombre de su época, para quien la vida no fue fácil por todos los desafíos que le tocó enfrentar, tanto de limitaciones personales, familiares y de un sinfín de carencias de todo tipo en la Francia de su época, pero que, supo plantar cara a todas esas situaciones y salir adelante con una muestra heroica de la vivencia de sus virtudes.
Nació en una población francesa, hijo de Mateo y María, su familia estaba integrada por cuatro hijos, dos hermanas, un hermano y Juan María, sus padres fueron campesinos y la piedad de su madre le fue introduciendo en la vida religiosa y en el respeto por las realidades sagradas. De tal modo que, con todas las carencias económicas e intelectuales, ingresó al seminario a los 17 años y a los 29 fue ordenado sacerdote, en medio de toda la situación adversa a la fe que se respiraba por todos lados.
Fue destinado a una parroquia pequeña, con una población estimada entre 200 y 230 habitantes, un pueblecito que pasaba desapercibido pero que, desde su paso por ahí es conocido por todos. Juan María ejerció su ministerio unos 44 años, pues murió cerca de los 73 años de edad. Vivió con un verdadero espíritu de sacrificio, a tal grado que un día a la semana, según sus biógrafos, ponía a hervir suficientes papas y cada día iba sacando unas para pelarlas y comerlas, muchas veces, se las comía enmohecidas, o el hecho de dormir sobre unos montones de pajas con ánimo de oblación.
Un amante del confesionario, tenía el don de permitir que, a través suyo, los penitentes sintieran el abrazo amoroso de Dios, de las 24 horas del día pasaba en el confesionario 16, pues siempre tenía filas interminables de fieles, a los cuales les ponía una penitencia simplísima, para completarla él. Visitaba enfermos, asistía a los más necesitados de diferentes maneras. Tenía una devoción muy profunda a la Santísima Virgen, y celebraba la eucaristía con un amor sin igual.
Su presencia y sus predicaciones ayudaron a la conversión de muchas personas de Ars, así como en la superación de muchos vicios. Un gran ejemplo de amor por los demás, por los pobres y afligidos, dispuesto a entregar lo propio para el bien de los otros, su estrella brilla en el firmamento, dejando ejemplo de santidad.