/ miércoles 18 de octubre de 2023

Filosofía y paz

En el marco del Día Internacional de la Paz, celebrado el 21 de septiembre, la Facultad de Filosofía organizó el I y II Encuentro de la Red Nacional para la Paz de la ANUIES: Pensar interdisciplinariamente la paz. Y quisiera compartirles lo siguiente, que no es mío sino de una inteligencia y emoción colectivas.

El diálogo es estratégico para la paz porque permite, al menos “dar la cara en la diferencia”, considerar el cuerpo y los sentimientos en la educación, dar a las emociones cauce para no enfermarnos, aprender de formas diversas (como aprender en la fiesta), y comprender que la paz no es todo o nada: se muestra con claridad cuando, como dice Rivera Cusicanqui, habitamos creativamente en la contradicción.

La frase “dar la cara en la diferencia” la escuché de Marcelino Arias (UV) y significa saber escuchar y ser conscientes de que podemos estar en desacuerdo, sin enemistarnos; lo cual evita la lógica del castigo, que no restaura la situación previa al conflicto. Me di cuenta de que ponernos en situación de vulnerabilidad no es, de suyo, vivir violencia, pues al hacerlo en un espacio seguro, lejos de rompernos, nos hace crecer y construir vínculos.

En las escuelas hay ansiedad y depresión y eso se contagia, “se pega”. Generalmente la educación es, al menos en filosofía, cerebral. No ha sido obvio que el cuerpo y las emociones tengan un papel clave, pero al no darles un lugar nos enfermamos. Está probado que la música nos mueve, pero ¿por qué aunque bailemos por dentro, no nos lo permitimos frente a los demás? Todavía escucho a Guillermina Díaz (UAEM) cuando en el mercado, a propósito de que comíamos empanadas y tacos, nos dijo “el intestino es el segundo cerebro”, “sí”, respondió Hortensia Sierra (ANUIES), “hay más neuronas en el intestino que en el cerebro”. No podemos seguir marginando el cuerpo al educarnos.
“La ansiedad es por falta de comunidad”, soltó Hortensia. Hablar es una medicina, pues al cultivar el diálogo estrechamos lazos con los demás.

Trabajar con seriedad no significa arrugar el entrecejo, podemos hacerlo desde la fiesta, lo lúdico y el placer. Si al trabajar sentimos bienestar y disfrute, como cuando jugamos, sin que ello implique irresponsabilidad, fortalecemos nuestra salud.

Finalmente, concebir la paz con las metáforas de la modernidad nos desesperanza, porque la vemos linealmente, como un estado último de condiciones perfectas, como una flecha cuya punta, cada vez que nos acercamos a ella, se aleja. Por contraintuitivo que parezca, las paces pueden estar en circunstancias violentas y desoladoras, porque es allí donde también aparecen bondad, solidaridad, empatía, ternura o cuidado. No es evasión, es la idea del cartel en una boutique de la colonia Del Valle en CDMX que leyó Jesús Elizondo (UAM): “Insista en construir desde el amor”.

Una síntesis la atrapó Roberto Aguirre (UV) cuando dijo: “no hay paz sin conocernos a nosotros mismos, sin comunidad y sin guateque”.


En el marco del Día Internacional de la Paz, celebrado el 21 de septiembre, la Facultad de Filosofía organizó el I y II Encuentro de la Red Nacional para la Paz de la ANUIES: Pensar interdisciplinariamente la paz. Y quisiera compartirles lo siguiente, que no es mío sino de una inteligencia y emoción colectivas.

El diálogo es estratégico para la paz porque permite, al menos “dar la cara en la diferencia”, considerar el cuerpo y los sentimientos en la educación, dar a las emociones cauce para no enfermarnos, aprender de formas diversas (como aprender en la fiesta), y comprender que la paz no es todo o nada: se muestra con claridad cuando, como dice Rivera Cusicanqui, habitamos creativamente en la contradicción.

La frase “dar la cara en la diferencia” la escuché de Marcelino Arias (UV) y significa saber escuchar y ser conscientes de que podemos estar en desacuerdo, sin enemistarnos; lo cual evita la lógica del castigo, que no restaura la situación previa al conflicto. Me di cuenta de que ponernos en situación de vulnerabilidad no es, de suyo, vivir violencia, pues al hacerlo en un espacio seguro, lejos de rompernos, nos hace crecer y construir vínculos.

En las escuelas hay ansiedad y depresión y eso se contagia, “se pega”. Generalmente la educación es, al menos en filosofía, cerebral. No ha sido obvio que el cuerpo y las emociones tengan un papel clave, pero al no darles un lugar nos enfermamos. Está probado que la música nos mueve, pero ¿por qué aunque bailemos por dentro, no nos lo permitimos frente a los demás? Todavía escucho a Guillermina Díaz (UAEM) cuando en el mercado, a propósito de que comíamos empanadas y tacos, nos dijo “el intestino es el segundo cerebro”, “sí”, respondió Hortensia Sierra (ANUIES), “hay más neuronas en el intestino que en el cerebro”. No podemos seguir marginando el cuerpo al educarnos.
“La ansiedad es por falta de comunidad”, soltó Hortensia. Hablar es una medicina, pues al cultivar el diálogo estrechamos lazos con los demás.

Trabajar con seriedad no significa arrugar el entrecejo, podemos hacerlo desde la fiesta, lo lúdico y el placer. Si al trabajar sentimos bienestar y disfrute, como cuando jugamos, sin que ello implique irresponsabilidad, fortalecemos nuestra salud.

Finalmente, concebir la paz con las metáforas de la modernidad nos desesperanza, porque la vemos linealmente, como un estado último de condiciones perfectas, como una flecha cuya punta, cada vez que nos acercamos a ella, se aleja. Por contraintuitivo que parezca, las paces pueden estar en circunstancias violentas y desoladoras, porque es allí donde también aparecen bondad, solidaridad, empatía, ternura o cuidado. No es evasión, es la idea del cartel en una boutique de la colonia Del Valle en CDMX que leyó Jesús Elizondo (UAM): “Insista en construir desde el amor”.

Una síntesis la atrapó Roberto Aguirre (UV) cuando dijo: “no hay paz sin conocernos a nosotros mismos, sin comunidad y sin guateque”.