La mañana del viernes 11 de octubre Culiacán despertó con la noticia de que durante la madrugada un grupo de hombres armados saquearon durante dos horas una agencia de motocicletas llevándose 40 equipos para los que realizaron cuatro viajes sin que la policía estatal preventiva, o la Guardia Nacional, apareciera en ningún momento. Dos semanas atrás la policía municipal fue retirada de las calles debido a que su armamento quedó sometido a revisión por especialistas de materiales de guerra del Ejército mexicano, ya que se presume su posible participación del lado de uno de los bandos en la ola de violencia que cumplió un mes el pasado miércoles 9.
Esa misma madrugada un individuo con una retroexcavadora intentó sacar de una plaza comercial un cajero automático de una tienda que ofrece servicios bancarios –cuyos propietarios y principales accionistas son sinaloenses—y que tienen sucursales en todo el país. El intento fue infructuoso y el individuo desistió retirándose del lugar sin que nadie lo detuviera. También en días previos un local de otra cadena comercial nacional en la colonia Barrancos de la capital sinaloense, fue asaltada por un grupo de individuos quienes se dirigieron al departamento de telefonía celular para saquearlo. Estos episodios no son hechos aislados, forman parte de un incremento de la incidencia de delitos del fuero común donde el robo de autos era hasta hace unas semanas lo más frecuente en casos registrados.
La delincuencia común registraba bajos índices hasta hace pocos meses en Culiacán, esto es debido a que los líderes del grupo criminal hegemónico en el estado tenían “prohibido” robos, secuestros y asaltos, algo que parece ser ha quedado en el pasado. Una de las explicaciones de por qué se ha incrementado la incidencia delictiva, de acuerdo a fuentes de seguridad federal, es porque las facciones al interior del Cártel de Sinaloa tienen problemas de liquidez para pagar a sus células armadas las cuales recibieron “autorización” para hacerse de recursos. El martes 15 un grupo armado saqueó una taquería al norte de la ciudad llevándose toda la carne, tortillas y salsas de la venta que apenas comenzaba.
En pocas ciudades del país ha ocurrido que militares y marinos tomen medidas contra las primeras líneas de información de los grupos delictivos. En Culiacán desde que comenzó a nivel de cúpulas el conflicto entre los clanes Guzmán y Zambada, ha quedado registrado en videos y fotos cómo individuos que se desplazan en moto con radio en mano detrás de los convoyes presuntamente reportando sus movimientos, han sido detenidos y revisados en sus equipos. En semanas recientes se desató una ola de asesinatos de estos sujetos conocidos coloquialmente como “punteros”, lo que sería una posible explicación detrás del robo de motocicletas y celulares para equipar a quienes ocuparan las rutas que quedaron acéfalas.
Otro de los rasgos de esta pugna que tiene al borde de la quiebra económica a gran número de comercios, bares, restaurantes y servicios de transporte nocturno, es que la guerra de propaganda y desinformación ha silenciado lo que ocurre en zonas serranas como Cosalá, San Ignacio y Concordia, donde se menciona enfrentamientos con decenas de muertos que no se han podido verificar por el cerco delincuencial que impide el paso a esos municipios.
@velediaz424