/ sábado 10 de agosto de 2024

La Asunción de Nuestra Señora

El 15 de agosto es fiesta en todo el mundo cristiano porque se celebra la Asunción de la Virgen María, es fiesta en el Puerto de Veracruz, pero también en muchos lugares de la Arquidiócesis de Xalapa.

Lo que se conmemora es que María, al final de su vida fue llevada al cielo. Las disputas que en los primeros siglos tuvieron lugar sobre si murió o no murió, no son objeto de especial atención, puesto que en esos detalles no se detiene la proclamación dogmática. Lo importante es que fue llevada a la patria definitiva donde esperamos llegar todos al final de nuestros días.

La Bienaventurada virgen María participó en el misterio de la redención porque así lo ha querido Dios, bondadosísimo y sapientísimo, el cual, queriendo realizar la redención del mundo envió a su Hijo, nacido de una mujer (cfr. Gal 4,4-5). Ella, desde el primer anuncio del ángel, acogió con temor y temblor reverente, en todo su ser al Redentor.

Por esta razón fue redimida del modo más sublime, en atención a los futuros méritos de su Hijo, a quien se mantiene unida con un vínculo estrecho e indisoluble, que la enriquece con la suma prerrogativa y dignidad: ser la madre de Dios Hijo y, por tanto, la Hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo. Dios ha querido distinguir a la santísima virgen María con la enorme dignidad de ser la Madre del Verbo encarnado, causa de la que dependen todas las gracias.

De este modo, María ha sido librada de la corrupción a consecuencia de la muerte porque toda ella es llena de gracia, limpia de pecado. La corrupción del cuerpo es consecuencia de la muerte y la muerte es consecuencia del pecado (cfr. Rom 6,23). Por todo esto, ella se encuentra ya en los cielos en cuerpo y alma, Dios la ha llenado de todas las gracias. Así lo afirma el papa Pío IX, cuando sostiene: “la virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente”.

La fiesta con el nombre de Dormición fue instituida por el emperador Mauricio en todo el Oriente, y se le fijó la fecha de 15 de agosto. Al tiempo que comenzó a formarse, alrededor del sepulcro de María, la tradición de las curaciones milagrosas. En la Arquidiócesis las fiestas de la Asunción cruzan el territorio diocesano, estableciendo una celebración generalizada en honor de ella y enseñándonos a apuntar alto y a desear el cielo, la patria definitiva.

El 15 de agosto es fiesta en todo el mundo cristiano porque se celebra la Asunción de la Virgen María, es fiesta en el Puerto de Veracruz, pero también en muchos lugares de la Arquidiócesis de Xalapa.

Lo que se conmemora es que María, al final de su vida fue llevada al cielo. Las disputas que en los primeros siglos tuvieron lugar sobre si murió o no murió, no son objeto de especial atención, puesto que en esos detalles no se detiene la proclamación dogmática. Lo importante es que fue llevada a la patria definitiva donde esperamos llegar todos al final de nuestros días.

La Bienaventurada virgen María participó en el misterio de la redención porque así lo ha querido Dios, bondadosísimo y sapientísimo, el cual, queriendo realizar la redención del mundo envió a su Hijo, nacido de una mujer (cfr. Gal 4,4-5). Ella, desde el primer anuncio del ángel, acogió con temor y temblor reverente, en todo su ser al Redentor.

Por esta razón fue redimida del modo más sublime, en atención a los futuros méritos de su Hijo, a quien se mantiene unida con un vínculo estrecho e indisoluble, que la enriquece con la suma prerrogativa y dignidad: ser la madre de Dios Hijo y, por tanto, la Hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo. Dios ha querido distinguir a la santísima virgen María con la enorme dignidad de ser la Madre del Verbo encarnado, causa de la que dependen todas las gracias.

De este modo, María ha sido librada de la corrupción a consecuencia de la muerte porque toda ella es llena de gracia, limpia de pecado. La corrupción del cuerpo es consecuencia de la muerte y la muerte es consecuencia del pecado (cfr. Rom 6,23). Por todo esto, ella se encuentra ya en los cielos en cuerpo y alma, Dios la ha llenado de todas las gracias. Así lo afirma el papa Pío IX, cuando sostiene: “la virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente”.

La fiesta con el nombre de Dormición fue instituida por el emperador Mauricio en todo el Oriente, y se le fijó la fecha de 15 de agosto. Al tiempo que comenzó a formarse, alrededor del sepulcro de María, la tradición de las curaciones milagrosas. En la Arquidiócesis las fiestas de la Asunción cruzan el territorio diocesano, estableciendo una celebración generalizada en honor de ella y enseñándonos a apuntar alto y a desear el cielo, la patria definitiva.