Ser un opositor político suele interpretarse como aquella persona o grupo antagonista a quien detenta el poder y el gobierno. Pero es una tarea mucho más compleja que eso.
Ser opositor requiere de una convicción y congruencia que van más allá de gobiernos, grupos, organizaciones, movimientos o siglas partidistas. Se trata de oponerse y atacar, sin importar la pertenencia política, las decisiones que son contrarias a la ley, que lastiman a la democracia y el pacto social o que simplemente dañan a la sociedad.
Incluso, se puede ser opositor perteneciendo al mismo gobierno o al partido en el poder. Esto debería de ser algo común de nuestra democracia.
Sin embargo, esto genera un conflicto casi permanente. El opositor suele ser perseguido, amenazado, coaccionado y, en algunos casos, hasta financiado para realizar ese papel y que el régimen pueda justificar la libertad de expresión y pensamiento. No todos los opositores son iguales, ni buscan el mismo propósito.
Para ser un opositor real hay que tener principios y convicciones por encima de los intereses individuales.
En el antiguo régimen de partido único, al que Morena intenta regresar, algunos opositores de izquierda solían negociar sus posiciones y demandas, lo que generó una “burguesía de izquierda”, a la que pertenecen muchos de los que hoy detentan el poder y el gobierno.
Esto viene a colación por la difícil tarea de ser opositor político en tiempos de la 4T. Hoy los opositores políticos son perseguidos, injuriados, amenazados y acusados desde el púlpito presidencial; son víctimas del aparato del Estado.
Esto también sucedía en el viejo régimen, sin embargo, a diferencia del pasado, ahora no hay espacios confiables de diálogo y este está supeditado a aceptar las condiciones del supremo poder del tlatoani. Las reses de ayer se convirtieron en los carniceros de hoy.
En las últimas semanas, los 43 senadores de oposición que pretendían frenar la reforma al Poder Judicial padecieron de una feroz persecución política y amenazas judiciales. Como perros de presa, la Fiscalía General de la República y las de los estados se lanzaron a amenazar o intentar sobornar a los senadores a cambio del voto que hacía falta para la reforma.
De la votación de este domingo en la Cámara de Senadores y sus consecuencias hablaremos la próxima semana.
En nuestro caso, el resultado de la elección del pasado 2 de junio nos concedería un espacio en el próximo Congreso local, donde habría una mayoría artificial debido al contubernio de Morena y sus aliados.
Nos hemos preparado para afrontar la “dictadura de los ignorantes”. No tengo duda que como oposición ganaremos todos los debates, pero seguramente perderemos la mayoría de las votaciones que sean a favor del gobierno y no de la gente.
Nuestra tarea será advertir cuando Morena y sus aliados intenten violar la Constitución y las reformas que se aprueben carezcan de legalidad.
A lo largo de mi trayectoria he sido un opositor por naturaleza. Lo fui contra mi partido cuando nos impidieron participar como jóvenes en las candidaturas. Fui opositor de muchas decisiones de Fidel Herrera y Javier Duarte. He sido el crítico más severo del gobierno de Cuitláhuac García.
No temo a la persecución, la exclusión o la censura.
La puntita
¿Y cuáles son las múltiples y extenuantes tareas que tenía que cumplir Cuitláhuac García y que le impedían irse al gabinete de Claudia Sheinbaum? ¿Alguien lo ha visto?