/ lunes 15 de mayo de 2017

La partidocracia que afecta a México

Se afirma que en política, a todos sus actores, “por sus liderazgos los conoceréis”. A la lideresa nacional del PRD, María Alejandra Barrales Magdaleno, se le conoce por tener una experiencia académica, laboral y política muy significativa, que podría sintetizarse en lo siguiente: cursó estudios superiores en el ITAM, aprovechó el tiempo para obtener un diplomado en Administración de Recursos Humanos y Administración Pública, por la Universidad del Claustro de Sor Juana; y con la intención de seguir construyendo su currículum académico, obtuvo la licenciatura en derecho en la Universidad Mexicana (Unimex); para concluir su preparación con una maestría en Administración Pública en el INAP, donde sustentó la tesis de grado “La profesionalización de los órganos legislativos. El caso de la Asamblea Legislativa del DF”.

De su trayectoria laboral se sabe que trabajó como sobrecargo en la empresa Mexicana de Aviación, en donde destacó en la defensa de los derechos de sus compañeras trabajadoras, incorporándose a la lucha sindical en la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA); fue secretaria de prensa del sindicato y posteriormente secretaria general, al tiempo en que la aerolínea Mexicana de Aviación se declaró en quiebra, dejando sin empleo aproximadamente a cinco mil sobrecargos, pertenecientes al sindicato liderado por Alejandra Barrales.

En la lucha sindical la actual lideresa del PRD marchó en los movimientos encaminados a formar la Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios y la Unión Nacional de Trabajadores; en la primera fue nombrada secretaria general y en la UNT ocupó la vicepresidencia de Asuntos Políticos, Económicos y Sociales. Su trabajo sindical le sirvió a la abogada Barrales para ser electa diputada a la Asamblea Legislativa del DF, de donde pasó a colaborar como secretaria de Desarrollo Social del gobierno de Michoacán en el periodo encabezado por el licenciado Lázaro Cárdenas Batel.

Al Partido de la Revolución Democrática se incorporó Barrales Magdaleno para contender a la Jefatura Delegacional de Benito Juárez (DF), sin éxito, pero con los amarres suficientes para ser titular de la Secretaría de Turismo del GDF en la administración de Marcelo Ebrard Casaubón, y de ahí fue electa presidenta del PRD en el DF, repitiendo nuevamente como diputada a la Asamblea Legislativa del DF, logrando en las elecciones de 2012 ser electa senadora de la República por el Distrito Federal, de este último cargo se separó para hacerse titular de la Secretaría de Educación del Gobierno del DF, renunciando un año después para postularse a la presidencia nacional del PRD, cargo que actualmente detenta en alternancia con el Senado que concluye en 2018.

Con certeza puede decirse que la presidenta nacional del PRD es una mujer excepcional, quien ha demostrado decisión y carácter para forjar su destino, sin dependencia alguna de otro ser, puesto que ha sido capaz de llevar exitosamente su vida profesional y política, cuidando su vida familiar y privada, con lo que demuestra que es una mujer moderna, organizada, libre, positiva y confiada, sin prejuicios, luchando al mismo tiempo por alcanzar una vida plena.

En lo único en que muchos mexicanos no podemos estar de acuerdo con Alejandra Barrales es cuando afirma: “La transformación de México no se puede entender sin el PRD: con los mexicanos logramos quitarle el control de las elecciones al gobierno”. La frase de la lideresa Barrales encierra una parte de verdad, pero también una parte de mentira, porque la transformación de México se encuentra rezagada, precisamente por causas imputables a los liderazgos del PRD (y de otros partidos) ultra dividido con los cotos de poder que mantienen las tribus a su servicio; anteponiendo el reparto de canonjías y prebendas  en favor de los dirigentes de su partido en lugar de privilegiar el interés colectivo de la población.

De manera que la transformación de México sólo puede lograrse, haciendo a un lado la mezquindad de los dirigentes del PRD, desde los comités de base hasta el Comité Ejecutivo Nacional, a quienes se tendría que despojar de privilegios, dádivas económicas y concertasesiones, para garantizar el estado democrático de derecho y la fortaleza, y legitimidad de los poderes instituidos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Por lo demás, eso de “quitarle el control de las elecciones al gobierno” estaría por verse después de la elección presidencial de 2018.