En el escenario actual podemos ver cómo explotamos todos los recursos que tenemos a nuestro alcance, esto bajo la premisa de aumentar el crecimiento y el desarrollo, sin embargo, esto está muy alejado de la realidad. Si bien es una decisión difícil en materia administrativa, siempre se opta por el beneficio próximo y no la consecuencia futura, dejando el problema a la siguiente generación.
La problemática de recursos escasos y con altos índices de contaminación que hoy presentamos, no solo es consecuencia de los hábitos de consumo de la generación pasada, ya que no podemos culpar a otras generaciones por vivir de acuerdo con sus avances, a sus usos y costumbres, es decir, vivir de acuerdo con su momento histórico, ni tampoco podemos condenar a problemáticas tanto medioambientales como sociales y económicas a las generaciones futuras, tiene que ver también con las decisiones presentes que tomamos, por lo cual nuestras acciones deben ser un punto de inflexión para no agravar el problema, ya que nosotros tenemos un grado de conciencia sobre lo que se está haciendo mal, y como si bien no resarcirlo, sí al menos desacelerarlo.
Las explotaciones desmedidas del medio ambiente en factores como la contaminación de plantas industriales, contaminación de ríos y mares, alto consumo de agua, el aprovechamiento de zonas naturales, etc., son producto de la inercia evolutiva, industrial y tecnológica que hemos ido desarrollando, la cual desde que iniciamos los procesos productivos se han ido implementando a costa del sacrificio de nuestro entorno, sin embargo, estamos en un punto sin retorno, es decir, un punto de inflexión, donde mediante el conocimiento y avances tecnológicos, y sobretodo un grado de conciencia mayor sobre el medio ambiente, podemos evitar el degradamiento de nuestro entorno.
En materia económica, le llaman la tragedia de los comunes a la circunstancia donde los bienes que al ser de uso general y que no generan un costo aparente, se sobreexplotan y se les da un mal uso sin responsabilidad, como el caso de los ríos, mares, el aire, la quema de bosques, etc., los cuales en teoría, al no generarnos un costo directo, tendemos a no cuidarlos.
Si bien actualmente la relación progreso-explotación ya no es directamente proporcional, sigue siendo aproximada, ya que la inercia de la vida diaria nos limita en las acciones.
Si tan solo viéramos la cantidad de combustóleo que se quema y cuánto contamina al generar un kWh pensaríamos más en el uso de la energía eléctrica en casa, si viéramos los arrecifes destruidos, los peces agonizando, la basura flotando y pensaríamos dos veces en utilizar solo una vez los desechables, si viéramos a los animales sufrir por la pérdida de su entorno, pensaríamos en no quitárselos.
El crecimiento y desarrollo económico son sumamente necesarios, y prioritarios, pero el costo de oportunidad de no hacerlo de forma responsable y, sobretodo, sustentable, nos limitará demasiado en el futuro, no solo en la destrucción de todos esos recursos, sino en las repercusiones sociales que habrá como enfermedades, que el Estado tendrá que solventar, siendo así un nuevo hueco para las finanzas públicas, por otro lado, se enfrentará a los costos de una nueva infraestructura de desarrollo orientada a las circunstancias de ese momento, por lo que no es rentable permanecer indiferente ni ahora ni en el futuro.
@EdgarSandovalP
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