Llueve con la gracia del canto de las aves, llueve con el cielo callado y la noche como una gran cobija, la brisa sacude las ramas de la arboleda, y mis pensamientos van en cascada cayendo en mis sentimientos, tal como si fuese un enjambre de abejas llenas de colores diversos; y no falta una mosca que salta al precipicio, ya que las ranas aguardan debajo de la cascada, parece que son chismosas, quieren darse un buen baño de experiencias en mis sueños.
Veíamos el campo sereno, en las colinas de un monte encantado, revisaba con mi hermano sus últimas vivencias, y de repente me levanté yéndome a la cumbre más elevada de mis sueños y experiencias. Sabía que era una huida, me iba del alboroto cotidiano, tan sólo a descansar un rato, a entretenerme con mis juegos mentales, con mis travesuras e ideales; la fuga era planeada, al despejar mis metas de nubarrones y falsos profetas del destino.
En los caminos, en las veredas, en los atajos, en las esquinas, subir y bajar, bajar y subir, perder y ganar, y volver a levantarse; así ha sido mi vida, entre el silencio, las palabras y los entendimientos, los acercamientos y las rupturas inevitables. Son eslabones que se van uniendo como cadenas de hormigas, llevando su carga, caminando a los hormigueros que las protegen de los falsos vientos que quisieran trazarles su destino, cada hormiga lleva una idea, o una gota de agua para nuestra alma sedienta en el desierto, ya que en ocasiones sólo somos los remeros de una barca en la cual no llevamos la brújula; los puntos cardinales igual son gritos del destino, y las olas del mar nos impulsan a salir de los desiertos, en realidad vamos buscando la eternidad, eslabonando las ideas, las esperanzas de un enorme caudal energético que nos tienda la mano más allá de lo meramente percibido.
Así llego a mi destino. Me levanto y prosigo el camino, no importan los oasis, y más que nada los espejismos, es natural vivir para la eternidad, es la llama que aviva la perpetuidad, donde la alegría es libertad, y los mejores sueños no conocen la caducidad, y los eslabones no van sujetando un ancla, son de seda tejida por las hadas de la libertad.
He imaginado una gran bola que flota en el híper espacio, y en ella vamos todos nosotros, pero en el concepto del infinito no piensen si es que no se preparan, ya que ahí se cae en el vacío y la mente experimenta una salida del mundo conceptual tal y como lo conocemos, aunque libera la energía, calma el estrés, es tanto como viajar en una muy fuerte corriente de energía viva, sin límites, y por lo general se regresa en poco tiempo al estado de conciencia, que en si es el estado de alerta o de vigilia. Pero para qué nos sirve todo esto, pues nos sirve para humanizarnos, entendernos, y experimentar una libertad más allá de nuestro cuerpo; mucha gente hace prácticas de meditación, concentración y posterior expansión al medio, es decir, salimos a convivir en la gran esfera de nuestras relaciones sociales, el quid es ir revitalizados, con una conciencia más amplia e incluyente.
Cuando somos pequeños nos apura el crecer, ya siendo adultos añoramos el regresar a ciertas etapas de nuestra evolución, y ello no es otra cosa más que la necesidad de sentirnos eternos viajeros en el tiempo, los viajes astrales han definido la concentración de los Lamaístas, que siendo monjes y místicos entrenados al respecto, se dice que pueden viajar a distancias enormes, ellos han descrito otros mundos, han regresado de su estado de éxtasis y nos han compartido literatura como la de “Lobsang Rampa”, se recomienda leer “El tercer ojo”, “El cordón de plata”, “El médico del Tíbet”. Elementos para ejercicios mentales y espirituales de cualquier ser humano, aunque en mi forma de pensar, no se necesita ir al pie de la letra para querer comprender lo que se encuentra cifrado, ejemplo en “El sermón de la montaña” cuyo compilador es Emet F. Deseo, sea útil este artículo para sus vidas y el mejoramiento de nuestra sociedad.