María Dolores Flores Morales
Vivimos unos años de crisis recurrentes en diversos aspectos. Uno de ellos es el que se refiere al campo de la educación, en el cual desde luego hay serios problemas. Sólo que las pugnas por la educación, según mi opinión, obedecen más a situaciones políticas y económicas que pedagógicas. Por ello, conviene resaltar la valía de quienes realmente han vivido para la educación.
María Dolores Flores Morales fue una maestra ejemplar. Nació en esta ciudad de Xalapa en 1923. Su madre, María Morales M. se desempeñó durante varios años como maestra rural. Su abuelo paterno, Victoriano A. Flores, fue director de la Escuela Normal de Oaxaca. Seguramente parte de su inclinación por las labores docentes surgió de la formación que recibió en el seno familiar.
Estudió en la Escuela Normal Veracruzana y se tituló en 1941. Su labor estuvo identificada con la educación de párvulos. Fue una de las fundadoras del Jardín de Niños Anexo a la Normal Veracruzana. Trabajo en escuelas de nivel medio superior y superior impartiendo clases de pedagogía, psicología y orientación vocacional principalmente.
En la Escuela Normal Veracruzana fue jefa del Departamento de Orientación Educativa y Vocacional y después Subdirectora Técnica. En sus labores de orientación atendía a los estudiantes de manera personal mediante diversas estrategias, con profesionalismo y respeto. Fue maestra de Observación Escolar en el primer grado de estudios de la escuela normal; espacio que era un paso previo a la asignatura de técnica de la enseñanza.
Para tener un panorama directo de la organización y funcionamiento de las escuelas de niños, la Observación Escolar consistía, precisamente, en ir a diversos establecimientos escolares para conocerlos en su funcionamiento. Con la maestra María Dolores se visitaban numerosas escuelas de distintos medios socioeconómicos, incluyendo Casas Hogar, como las que había en la Ciudad de Veracruz.
En esa época algunos estudiantes estábamos desarrollando nuestros intereses por lo social y lo político. Eran los años, por ejemplo, del triunfo de la Revolución Cubana. La maestra no simpatizaba con esas ideas, pero no iba más allá para hacernos desistir. Cuando cursábamos el último semestre nos enteramos que no habría plazas para esa generación, por lo que mediante un Comité Pro-Plazas (al margen del Comité Estudiantil oficial) llegamos a tomar la escuela en un paro de labores para exigir la creación de plazas al gobierno. La maestra estaba preocupada, fue a la entrada de la escuela y pidió hablar con el suscrito. Me dijo que devolviéramos la escuela para no causar daño a los programas educativos. Sin embargo, entregamos las instalaciones hasta que se nos dio el oficio de compromiso de otorgamiento de plazas.
Después, seguimos teniendo el afecto de la maestra como siempre. Años más tarde, el 12 de febrero de 1971, un infausto accidente le quitó la vida.