/ sábado 30 de noviembre de 2024

Nuevo año litúrgico

Justo con el primer domingo del Adviento se comienza un nuevo año litúrgico en el ritmo espiritual de la Iglesia. El ciclo que corresponde con el 2025, pero que comienza el último mes del 2024 es el ciclo C. Se trata de un año impar, y fundamentalmente, será el evangelio de san Lucas el que acompañe el caminar de la Iglesia. Tendremos la oportunidad de meditar de manera pausada el bellísimo evangelio del médico antioqueno.

Fue Pablo VI quien dispuso que las lecturas dominicales se dividieran en tres años, y de ese modo es posible hacer un repaso por los grandes acontecimientos fundamentales de la Historia de la Salvación, así como por los textos de los evangelios. Así es que, con las vísperas del primer domingo del adviento, entramos ya en una nueva etapa en la vida de la Iglesia.

Se comienza el año litúrgico con el tiempo del Adviento, un tiempo que tiene como esencia la esperanza. San Pablo lo dice de manera muy elocuente con estas palabras: “es hora de despertar del sueño” (Rm 13,11). Toda espiritualidad consiste en atención, vigilancia. Quien no está en vela, es decir, quien está dormido no puede cuidar, vigilar, estar atento.

La espiritualidad del adviento consiste en abrir los ojos y mirar con atención. Mirarse y descubrir qué tan listo se está para la llegada del Señor. Es dejar que Dios conceda la gracia de estar atento. Así es como se comienza el año, con una invitación a poner la mirada en el final de la vida, en el final de la historia, en el final de los tiempos. Cosa de la que no queda la menor duda, pues filósofos y científicos están ciertos que el mundo es perecedero.

La vida en el Espíritu a la que traslada el Adviento es una aventura formidable. Estas son las notas de la espiritualidad que la Iglesia presenta al comenzar el año litúrgico, como una actitud programática para todo el año, pues siempre se vive en Adviento, a la espera del Señor que viene al encuentro en lo cotidiano de la vida.

El Adviento no es un fin en sí mismo, es un medio que prepara para dos realidades fundamentales, una a largo plazo, la llegada del Señor en el final de los tiempos, y una a corto plazo, la llegada del Señor en la celebración de la Navidad.

Especialmente la insistencia del Adviento 2024 está en la esperanza, llamada del jubileo que comenzará a celebrarse en esta navidad. Con ánimo alegre, con la esperanza atenta, comenzamos la andadura por el nuevo año litúrgico.

Justo con el primer domingo del Adviento se comienza un nuevo año litúrgico en el ritmo espiritual de la Iglesia. El ciclo que corresponde con el 2025, pero que comienza el último mes del 2024 es el ciclo C. Se trata de un año impar, y fundamentalmente, será el evangelio de san Lucas el que acompañe el caminar de la Iglesia. Tendremos la oportunidad de meditar de manera pausada el bellísimo evangelio del médico antioqueno.

Fue Pablo VI quien dispuso que las lecturas dominicales se dividieran en tres años, y de ese modo es posible hacer un repaso por los grandes acontecimientos fundamentales de la Historia de la Salvación, así como por los textos de los evangelios. Así es que, con las vísperas del primer domingo del adviento, entramos ya en una nueva etapa en la vida de la Iglesia.

Se comienza el año litúrgico con el tiempo del Adviento, un tiempo que tiene como esencia la esperanza. San Pablo lo dice de manera muy elocuente con estas palabras: “es hora de despertar del sueño” (Rm 13,11). Toda espiritualidad consiste en atención, vigilancia. Quien no está en vela, es decir, quien está dormido no puede cuidar, vigilar, estar atento.

La espiritualidad del adviento consiste en abrir los ojos y mirar con atención. Mirarse y descubrir qué tan listo se está para la llegada del Señor. Es dejar que Dios conceda la gracia de estar atento. Así es como se comienza el año, con una invitación a poner la mirada en el final de la vida, en el final de la historia, en el final de los tiempos. Cosa de la que no queda la menor duda, pues filósofos y científicos están ciertos que el mundo es perecedero.

La vida en el Espíritu a la que traslada el Adviento es una aventura formidable. Estas son las notas de la espiritualidad que la Iglesia presenta al comenzar el año litúrgico, como una actitud programática para todo el año, pues siempre se vive en Adviento, a la espera del Señor que viene al encuentro en lo cotidiano de la vida.

El Adviento no es un fin en sí mismo, es un medio que prepara para dos realidades fundamentales, una a largo plazo, la llegada del Señor en el final de los tiempos, y una a corto plazo, la llegada del Señor en la celebración de la Navidad.

Especialmente la insistencia del Adviento 2024 está en la esperanza, llamada del jubileo que comenzará a celebrarse en esta navidad. Con ánimo alegre, con la esperanza atenta, comenzamos la andadura por el nuevo año litúrgico.