Jaime Sabines dijo alguna vez que se escribe para que otros te lean, que no es cierto que uno escribe para uno, si así fuera, se quedaría uno contento con reflexionar y pensar las cosas.
El poeta chiapaneco decía que “la escritura es un receso para que la vida no se nos desvanezca, es una forma de sobrevivencia”.
Entonces, si escribimos, es porque hay cosas qué decir, por que hay mucho que nombrar. A finales del año pasado terminé de decir lo que llevaba tiempo dando vueltas en la mente y dejando aquí y allá en pedacitos de ideas. Hasta que llegó ese día, supongo que alguna vez pasa, en que te decides a hacer orden.
Así, como quien se levanta a hacer limpieza en la casa, sacudir los libreros, mover los muebles y menear todo hasta encontrar aquello perdido desde hacía mucho tiempo, así me di a la tarea de escribir mi primera novela. Durante este año me he dado a la difícil labor de buscar editorial, y desencanta de contratos leoninos, me decidí a la edición de autor, que tiene esto de ingenuo, pero también de esperanzador de que la palabra nos pertenece a todos, y todos podemos darle vida y compartirla.
He tocado puertas aquí y allá buscando apoyos, que alguien crea en el proyecto y le eche a la alcancía. La novela tiene un espíritu libre. Habrá edición digital de descarga gratuita, llegará en formato impreso a círculos de lecturas de mujeres en comunidades, de forma gratuita y, claro, habrá presentaciones en Xalapa, Córdoba, Puebla, Villahermosa, entre otras ciudades, donde estará disponible con donativo de por medio para poder hacer las actividades gratuitas en las comunidades.
En una de mis idas y venidas solicitando apoyo, me decido a ir a la CEAPP, donde me piden que entregue una justificación de la novela, sobre cuál es la pertinencia social, en qué aporta a la libertad de expresión o al periodismo. Pienso entonces en lo que impulsó a esta novela, en ese detonante que hizo que una idea suelta en el cerebro fuera poco a poco plasmándose en la pantalla de mi vieja laptop.
Podría hablar acerca de que El Océano en mi Oreja, cuenta mi historia: la de una mujer que ha librado tal vez demasiadas batallas y apenas cruza los 40 años. Podría contar de los años de violencia psicológica, de la violencia física, del miedo, de la soledad, de la incomprensión, de la lucha diaria por recomponerse a una misma, por resignificarse y seguir un día más.
Pero esta historia no es solo mía, es también la de todas las mujeres que me compartieron un pedacito de su vida, buscando tal vez darle sentido o trascender a través de la escritura.
Aunque no, tampoco esta novela es de ellas. Esta historia es de las 2 mil 136 veracruzanas que tan solo de enero a mayo de este 2024 fueron atendidas en alguna clínica u hospital de salud estatal por algún tipo de violencia. (Reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública)
Se trata de la realidad de 785 mujeres que vivieron violencia física, de 847 bajo la violencia psicológica y de 426 con violencia sexual. Se trata de que, según los expedientes clínicos recopilados entre enero y mayo de 2024, en 821 casos de violencia el agresor fue el cónyuge, pareja o novio de la víctima.
Y aun así, las cifras al final del día terminan siendo una estadística más. Cada mujer violentada se reduce a un número más. Pero detrás de cada dígito hay una historia, hay un pasado, hay una lucha constante, hay una deuda social pendiente.
A través de El Océano en mi Oreja hablan estas mujeres, se entrelazan estas historias; es una forma de hablar, de gritar, incluso, de evidenciar eso que el patriarcado y el machismo de nuestra sociedad nos ha dicho que callemos, convenciéndonos de que eso nos protege, cuando, en realidad, quien sale protegido e ileso es el violentador.
Esta novela busca decir, porque decir es nombrar, y nombrar es reconocer, es validar. Validar que todas esas historias existen. Y duelen.
En mi novela está la historia de nuestras abuelas, de nuestras madres, de nuestras hermanas, de nuestras amigas, de nuestras vecinas, de la señora que vende en el mercado, de la que va sentada junto a nosotras en el autobús, de la que camina rápido en la noche porque en Veracruz, en los primeros cinco meses de este año, desaparecieron 309 mujeres, de las cuales aún no han sido localizadas 136. (Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres).
Escribo entonces para que estas historias no se desvanezcan. El camino de esta novela libre sigue buscando la luz. Esperemos que en breve me acompañen y conozcan su voz.
csanchez@diariodexalapa.com.mx