Cual viles ladrones, de madrugada y escondidos, senadores al grito de ¡Viva México! destruyeron el último contrapeso, o muro de contención a las ocurrencias presidenciales que legisladores serviles e ignorantes, obsequiaban a entera conformidad del rey.
Un trajeado, bañado y hasta desconocido Fernández Noroña, quien antes pernoctaba en banquetas, calles o plazas según se lo demandara el oficio porril, dirigía el debate, corbata en pecho y pidiendo orden, pues la historia se le invirtió.
Afuera, cientos de personas inconformes gritaban con desesperación ser oídos, lanzaban consignas, amenazaban hasta con justicia divina a los legisladores, les suplicaban que revisaran bien antes de votar.
Dentro del recinto, unos cuantos legisladores de oposición al régimen comunicaban mientras advertían lo que nos esperaba a todos con los jueces del bienestar, elegidos por voto popular. Mientras un obeso Ladrón les gritaba faramallosos, o faramalleros, no recuerdo bien el denostativo usado con voz aguda.
Es complejo para quienes no participamos, ni vivimos de la política ni de los partidos políticos, entender el circo que hizo el legislador veracruzano al mero estilo de un reality show, en donde en cuestión de minutos volteó su discurso, su ideología, y su voto; justificándose en principios, de los que es evidente que carece.
Sones jarochos, diez de mayos, y más le llovieron en las horas que siguieron a su papel en donde por razones también desconocidas, pero que seguramente no tardamos en enterarnos, quedó como la figura estelar del libreto.
Con independencia de la conducta ética y moral, de la que es evidente se debe carecer para participar y entrar al medio; cuesta trabajo creer, a pesar de los años y de quienes lleguen al poder, que todos llegan dominados por sus bajezas, su ambición y sus cuentas pendientes con la justicia.
Ahora sí, ¡Cambalache Siglo XX!, dijera Carlos Gardel, en ese viejo tango que no pasa de época, lamentablemente.
Hubo un día peor, más fúnebre que el tres de junio de dos mil veinticuatro, un luto más generalizado aunque hubiera sido difícil imaginar, que aquel día, y ese día lo fue el 11 de junio de 2024.
Lo cierto es que dejando de lado el show que nos montaron para pasar la reforma, lo que sigue o las consecuencias de ella, apenas están por verse.
De momento habrá que estar atentos, a las leyes secundarias, a los candidatos a cargos judiciales que ahora serán motivo de elección popular, y si usted era de los abstencionistas en las elecciones, pues no le tengo buenas noticias.
Porque ahora se tiene que rifar para ir a elegir a su juez. Desearía ver en esa lista a personas íntegras, estudiosas, éticas, con alto sentido de dignidad, y espíritu de justicia. Que sean justos, no justicieros. Que no tengan cuentas por pagar con la justicia, ni cola que les pisen; que no tengan “carpeta azul”, ni vínculos con el narcotráfico. Y que su pasado, no sea la carta bajo la manga de todo aquel que quiera dominarlos.
Que no se vendan, y que su dignidad no tenga precio. Que sientan el compromiso con la patria y que de verdad la reforma sea para bien, aunque francamente por los modos en los que se dio, lo dudo.
Deseo también que estemos equivocados todos los que emitimos una opinión en contra de la reforma judicial hecha al vapor, que se proteja a quienes quedarán en la indefensión, y que ese paraíso de justicia que nos han dibujado, sea justo como lo dicen.
Y que no vaya a ser un sistema de justicia, mejor que el de Dinamarca. Porque las potenciales víctimas serán como ha sido el lema, primero los pobres, los que lo padecerán.
Por lo demás, ¡que Dios nos ampare! Y ¡México, no te rajes!
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