/ domingo 9 de septiembre de 2018

Verde que te quiero verde

El poeta tiene la palabra exacta. Es la palabra de un tiempo y un espacio, pero no solamente es eso. Al escribirla, esa palabra trasciende. Se vuelve una con su creador y se multiplica con sus recreadores hoy y mañana, aquí y allá.

Verde que te quiero verde. Cinco palabras que de niño y adolescente escuchaba pronunciar a mi madre con frecuencia, entre muchas otras cosas que decía y que yo nunca supe como aprendió ella, mujer sencilla, esposa de un obrero, una campesina por sus hábitos de vida y su vestuario. Pero sabía, y parece que también advertía, que sus palabras quedarían grabadas en muchos que la oyeron.

Verde que te quiero verde, después vi que era el primer verso del Romance sonámbulo del español Federico García Lorca, incluido en el Romancero Gitano que escribió entre 1924 y 1927. También después vi que su madre, una maestra de escuela, fue quien fomentó en él el gusto por la literatura. Nació en Fuente de Vaqueros en 1898 y luego estudió filosofía y letras y también la carrera de Derecho en la Universidad de Granada, donde su maestro de teoría de literatura y artes organizó viajes a distintos puntos de España, los cuales afianzaron su decisión de ser escritor.

Escribió verso, prosa y piezas de teatro. Su producción abarca escasos 15 años, ya que en agosto de 1936 las fuerzas del franquismo lo fusilaron de la noche a la mañana. Con su muerte, España y el mundo perdieron a uno de los mejores poetas de la llamada Generación del 27. En este espacio hemos hablado de Jorge Guillén, quien perteneció a esa generación y fue de los amigos más cercanos de García Lorca, como lo fue también el chileno Pablo Neruda.

De los sellos editoriales de divulgación poética, Editores Mexicanos Unidos publicó en 1994 una antología llamada 3 poetas: Miguel Hernández, Federico García Lorca y Pablo Neruda, la cual contiene una buena selección de estos autores. Pero en 2015, esta misma editorial publicó Federico García Lorca, poesía completa, la que incluye 12 secciones que integran esta obra con los libros de poesía que escribió desde 1921 hasta 1936.

En los poemas de García Lorca encontramos relatos de la vida cotidiana, especialmente de los gitanos con su cultura y con su historia; de lo que vio y vivió en la Ciudad de Nueva York con sus desgarradoras contradicciones. Muchos de sus versos son como unos cuentos para niños, diálogos con Dios, con las estrellas, con las cigarras. Con sus versos, parece que vemos, tocamos y olemos los olivos, los álamos, los encinos, el árbol de laurel, los robles, los cedros, los cipreses y las rosas. Penetra nuestros sentidos y nos traslada su sensibilidad hasta sacudir el alma.

Mi madre estaría encantada de que ahora pudiéramos leer para ella en voz alta muchos de estos poemas de Federico el poeta grande, como en otros tiempos leímos para ella, por ejemplo, lo que dijo Stefan Sweig de Balzac, Dickens y Dostoiewski. Así madre, ahora te recuerdo cuando decías: Verde que te quiero verde.


El poeta tiene la palabra exacta. Es la palabra de un tiempo y un espacio, pero no solamente es eso. Al escribirla, esa palabra trasciende. Se vuelve una con su creador y se multiplica con sus recreadores hoy y mañana, aquí y allá.

Verde que te quiero verde. Cinco palabras que de niño y adolescente escuchaba pronunciar a mi madre con frecuencia, entre muchas otras cosas que decía y que yo nunca supe como aprendió ella, mujer sencilla, esposa de un obrero, una campesina por sus hábitos de vida y su vestuario. Pero sabía, y parece que también advertía, que sus palabras quedarían grabadas en muchos que la oyeron.

Verde que te quiero verde, después vi que era el primer verso del Romance sonámbulo del español Federico García Lorca, incluido en el Romancero Gitano que escribió entre 1924 y 1927. También después vi que su madre, una maestra de escuela, fue quien fomentó en él el gusto por la literatura. Nació en Fuente de Vaqueros en 1898 y luego estudió filosofía y letras y también la carrera de Derecho en la Universidad de Granada, donde su maestro de teoría de literatura y artes organizó viajes a distintos puntos de España, los cuales afianzaron su decisión de ser escritor.

Escribió verso, prosa y piezas de teatro. Su producción abarca escasos 15 años, ya que en agosto de 1936 las fuerzas del franquismo lo fusilaron de la noche a la mañana. Con su muerte, España y el mundo perdieron a uno de los mejores poetas de la llamada Generación del 27. En este espacio hemos hablado de Jorge Guillén, quien perteneció a esa generación y fue de los amigos más cercanos de García Lorca, como lo fue también el chileno Pablo Neruda.

De los sellos editoriales de divulgación poética, Editores Mexicanos Unidos publicó en 1994 una antología llamada 3 poetas: Miguel Hernández, Federico García Lorca y Pablo Neruda, la cual contiene una buena selección de estos autores. Pero en 2015, esta misma editorial publicó Federico García Lorca, poesía completa, la que incluye 12 secciones que integran esta obra con los libros de poesía que escribió desde 1921 hasta 1936.

En los poemas de García Lorca encontramos relatos de la vida cotidiana, especialmente de los gitanos con su cultura y con su historia; de lo que vio y vivió en la Ciudad de Nueva York con sus desgarradoras contradicciones. Muchos de sus versos son como unos cuentos para niños, diálogos con Dios, con las estrellas, con las cigarras. Con sus versos, parece que vemos, tocamos y olemos los olivos, los álamos, los encinos, el árbol de laurel, los robles, los cedros, los cipreses y las rosas. Penetra nuestros sentidos y nos traslada su sensibilidad hasta sacudir el alma.

Mi madre estaría encantada de que ahora pudiéramos leer para ella en voz alta muchos de estos poemas de Federico el poeta grande, como en otros tiempos leímos para ella, por ejemplo, lo que dijo Stefan Sweig de Balzac, Dickens y Dostoiewski. Así madre, ahora te recuerdo cuando decías: Verde que te quiero verde.