La pobreza es una injusticia, en el principio no existía. Al principio Dios lo hizo todo bueno, dejó a sus creaturas en un paraíso abundante y exuberante. La pobreza vino después, como consecuencia del egoísmo y la injusticia, por eso la pobreza se evangeliza, y todo acercamiento a ella tiene un aspecto liberador, esa sociedad sin corazón que dio lugar a la pobreza sigue tomando terreno, de ahí la importancia de una catequesis decidida y liberadora, de la que brota el compromiso de la Iglesia en favor de los pobres.
Es así que, este domingo 17 de noviembre se celebra la Jornada Mundial de los Pobres. Se trata de una jornada que ha sido instituida por el papa Francisco, quien dispuso que el Domingo XXXIII del tiempo Ordinario fuera dedicado a esta reflexión y compromiso de los cristianos hacia los pobres.
Con toda intención se ha colocado un domingo anterior al Domingo de Cristo Rey del Universo. Este año tiene lugar la octava jornada, pues la primera fue en el 2017. Una de las novedades medulares de este Pontificado, sin duda la intención es trasladar a lo fundamental, insistir que, parte natural de la fe es la mirada hacia los más necesitados, y es que, Francisco es muy claro: “si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo, en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la eucaristía” (Mensaje para la I Jornada Mundial de los Pobres).
Toda acción de la Iglesia se deja provocar por la pobreza, ya que esta es inherente al mensaje del evangelio (DC 388). El mensaje de este año se titula, “la oración del pobre sube a Dios”, precisamente en el contexto del año previo al jubileo y en el año de la oración. El papa es muy claro, porque no se trata de rezar por los pobres, sino de rezar, también, con ellos, el hecho de estar con ellos, acompañándolos, haciendo vida juntos, evitando la terrible discriminación de robarles la oportunidad de atención espiritual.
Y es que la Iglesia no solo realiza acciones solidarias, sino que se encarna en la realidad de los hombres y mujeres de todos los tiempos, porque la acción de Cristo no es un hacer solidario, sin más, sino que se encarnó, caminó junto a la humanidad sumida en extrema pobreza y, de ahí brota que todos “estamos llamados en toda circunstancia a ser amigos de los pobres, siguiendo las huellas de Jesús, que fue el primero en hacerse solidario con los últimos” (Mensaje 2024).