¿Estarán libros, periódicos, revistas, folletos impresos enproceso de extinción? ¿Será posible que el futuro se exhibancomo piezas de museo al lado de tablillas cuneiformes y papirosegipcios? Esta es una dolorosa pregunta que algunas veces nosllegamos a plantear escritores y periodistas no cibernéticos,ante el reto de la tecnología. Sin embargo, hubo un gran escritory también periodista, Alejandro Iñigo, menos fatalista, quienantes de morir, me hiciera el siguiente comentario: "Hace 50 añosel cine se vio amenazado por la televisión y nada pasó. Igual sucederá con los vídeos, transcurrirá algún tiempo para que desplacen a la televisión comercial. Pero sí, me temo, que enmenos de 10 años, libros, periódicos y revistas detentarán una muerte paulatina, por la disminución del número de lectoresy también por el costo de su materia prima: la pulpa de la madera,que obliga a arrasar con miles de hectáreas boscosas, afectandoel medio ambiente. Pero mientras tanto disfrutemos del periódicoy de los libros que tengamos a nuestra disposición”.
Siguiendo el consejo de mi inolvidable y finado amigo AlejandroIñigo, también les recomiendo que ¡leamos! cuanto libro caiga ennuestras manos. Ahora, si me permiten una reflexión: ¿Porquéabandonamos algunos libros y tiempo después los redescubrimos ynos hacen muy felices? ¿Será acaso que la lectura es elespejo que nos revela quiénes somos en ese preciso instante denuestra existencia? De otra manera cómo explicarnos que algunos libros “dormidos” en un viejo librero, de repente se conviertenen filigrana de verdades, el humus que nos faltaba para ser fértiles.
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