La diosa naturaleza preludia el abandono de su aspecto de madre, para ir acercándose a su aspecto de abuela. La luz empieza abrazar a la oscuridad, hasta que la noche vence al día. Las plantas comienzan a morir para lograr el renacimiento, a través del misterio de las semillas.
Pero la cosecha, promesa del verano, se hace realidad y la madre tierra se convierte en proveedora de manzanas, naranjas, nueces, vegetales, entre otros maravillosos alimentos, para nutrirnos en el invierno.
En el otoño, muestrario de dorados y cobrizos, abrillantados con los destellos de las bellas lunas de la temporada, miles de hojas volátiles comienzan a caer por todos lados.