La buena vida / La sombra personal

Detrás de nuestra personalidad se esconde una dualidad

Rosa María Campos

  · martes 20 de noviembre de 2018

Foto: Cortesía

Carl G. Jung. Sam Keen, Rollo May y otros modernos psicoanalistas consuman la existencia de una notoria dualidad en los humanos, a veces encantadores, afables, generosos, compasivos, amorosos y de repente violentos, tenebrosos, capaces de hacer cualquier cosa terrible y horrible. A esta segunda personalidad negativa los especialistas la calificaron como la “Sombra Personal” que oculta nuestras emociones y conductas negativas como rabia, envidia, celos, resentimientos, tendencias asesinas y suicidas.

“La sombra” comienza a desarrollarse en la infancia, pero a través de la educación tradicional que recibimos de padres y maestros, borramos, aparentemente, nuestra parte oscura y solo tratamos de identificarnos con la parte amable, disciplinada y amorosa de nuestra mente. Sin embargo “La Sombra Personal” jamás desaparece.

Mientras más la encubrimos e ignoramos más se fortalece y mayor disposición tendrá para emerger en cualquier instante, invadiéndonos de sentimientos negativos. En la actualidad existen varios libros sobre este tema y también sanadores especializados en curar “la Sombra” aplicando largos y costosos tratamientos sin nunca ofrecer herramientas a la persona para que descubra su parte oscura, la comprenda, acepte e incluso la ame, lo que constituiría lo mejor de su tratamiento. Sin ninguna ostentación, el manejo de la sombra desde siempre ha sido experimentado por los chamanes toltecas, quienes dan por sentado que los humanos tenemos: dos mentes. Dualidad que ellos califican como el “Tema de Temas”. De ello habló Don Juan, el personaje legendario inmortalizado por Castañeda, en sus famosas enseñanzas, de las cuales tomamos el siguiente texto: “Los chamanes del México antiguo descubrimos que tenemos dos mentes, la buena, si le queremos llamarle así, y la depredadora, que como la buena, nos acompaña por toda nuestra vida. Solo que la depredadora viene desde las profundidades del cosmos para tomar el control nuestras vidas. He ahí la razón de nuestra mezquindad y contradicción.

Es el resultado de un conflicto entre nuestras dos mentes, la generosa e idealista, en oposición a la malvada y tenebrosa, a la que tratamos de someter e ignorar. Resolver el conflicto entre las dos mentes es cuestión de intentarlo. El intento es una fuerza que existe en el universo.

`El Tema de Temas´ descubre que la mente depredadora trata de tomarnos en posesión para robarnos nuestra energía luminosa porque es su comida, su sustento. Al igual que nosotros criamos gallinas en gallineros para comer, la mente predadora crea humanaros para saciar su hambre con nuestra luminosidad energética. Los chamanes creemos que la mente predadora para engullir nuestra energía nos mete en el odio, la codicia, la mezquindad, la cobardía manteniéndonos débiles, asustados, enfermizos; así le resulta más fácil imponernos su morbidez y arrebatarnos nuestra luminosidad.

Nuestra luminosidad energética es una bola luminosa que nos cubre de arriba abajo. Es una capa brillante, una cobertura plástica que se nos ajusta en forma ceñida. Esta capa brillante de energía es el sustento de una mente depredadora, de tal manera que a medida que apodera nosotros, tragando nuestra energía, nos vamos convirtiendo en seres negativos y violentos, nefastos y temibles hasta que la capa brillante se opaca, adelgaza, empieza a diluirse y desaparece. Lo qué podemos hacer para no perder nuestra energía es reconocer nuestra mente depredadora, luego aceptarla y después disciplinarla. Esa es nuestra única alternativa. Los chamanes entendemos por disciplina la capacidad de enfrentar con serenidad circunstancias que no están incluidas en nuestras expectativas. Para nosotros la disciplina es un arte: el arte de enfrentarse al infinito sin vacilar. Los chamanes creemos que la disciplina logra hacer de nuestra capa brillante, una comida indeseable para la mente depredadora. La cual, al no tener alimento, se ve obligada a descontinuar su nefasta tarea. Y entonces nuestra capa brillante crece y alcanza una percepción inimaginable.

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