Cada pueblo tiene sus leyendas y éstas han dado origen a que se sigan preservando hasta nuestros días. La leyenda es una narración del pueblo, la cual con el correr de los años llega a transformarse conociéndose como es en la actualidad. Con la invención de la escritura, desde ese momento se plasma y difícilmente puede agregársele algo, porque queda impresa por tiempo inmemorable. Tlaxcala como cualquier otra ciudad o estado mexicano posee ricas leyendas, las cuales han sido incluidas dentro de los festejos patronales. Una de ellas es la de “La víbora chirrionera”. Cuenta la leyenda que en la época prehispánica existió una hermosa princesa en el pueblo de Tepanyaco, cuyo nombre fue Quiahualoxóchtl.
Su sola presencia despertaba deseo en más de un guerrero, pero al acercársele y declararle su amor, de inmediato era rechazado. Su belleza física contrastaba con la del alma porque era fría y hueca, considerando que no existía mortal digno de desposarla. Su maldad la indujo a anunciar que quien quisiera poseerla debía batirse a duelo en su presencia. Y ella se deleitaba viendo cómo caían las cabezas de grandes guerreros.
El rey Aztecalli, señor de Tepeticpan; Papalotl, señor de Ocuetulco y Aztlahua, señor de Atizatlán, fueron contendientes que estuvieron a punto de perder la vida. El pueblo cansado y horrorizado por lo que había ocasionado Quiahualoxóchtl, expusieron la queja ante el señor Timalli, quien castigó a la princesa ordenándole al anciano Magicatzin que la encerrara en palacio y si alguien desobedecía la orden, tendría un riguroso castigo. Pero Quiahualoxóchtl sobornó a sus custodios para que la liberaran y llega hasta el palacio de Chechimical, señor de Ocotlán, contándole una falsa historia. El gobernante reta a duelo a Azayactzin, hijo del sacerdote Iyac, quien supuestamente la había denigrado, y lo mata. Iyac clama a los dioses un severo castigo contra la malvada mujer y éstos la convierten en serpiente. Es así como inicia al mito de la víbora chirrionera, apaleada con látigo en los festejos tlaxcaltecas.