Son cosas que están fuera de nuestro alcance y nos dejamos vencer argumentando que sólo un milagro es lo que puede sacarnos a flote. Pero existen en realidad los milagros. Clamamos al Todopoderoso y no siempre se cumple lo que le pedimos y de hacerse, en ocasiones no es cómo quisiéramos que fuera el resultado de los hechos. Dios envía a sus ángeles para ayudarnos en nuestras necesidades y muchos esperan que se les manifieste un ser alado, de túnica blanca y aureola dorada. No toman en cuenta que vivimos en un mundo material y los mismos ángeles guían a personas de carne y hueso, que son nuestros protectores y nos ayudan en las necesidades.
Un día un niño rompió el cerdito de sus ahorros, los tomó y se fue a la farmacia. Al verlo el dependiente lo escucha: “Señor, necesito que me venda un milagro”, y le responde: “lo siento pequeño, aquí no los vendemos”. Un señor elegantemente vestido vio todo y le preguntó al niño cuánto dinero tenía.
“Un dólar y 20 centavos, señor”. “¿Qué milagro quieres comprar”, inquirió al pequeño que con lágrimas en los ojos le respondió: “Mi hermanita tiene algo malo que le creció en la cabeza, y mi padre dice que sólo un milagro puede salvarla”. El caballero, propietario de una prestigiosa clínica, le pide que lo lleve a su casa, donde les dice a los padres que él se hará cargo de todo lo que corresponda a la operación de la niña quien sanó del tumor y salvó la vida. La madre angustiada preguntó el costo del milagro y su hijo le respondió: “Un dólar y 20 centavos”. Desconocemos las formas en que el Creador actúa para hacer que se manifieste físicamente un milagro. Pero de que existen los milagros, nadie puede dudarlo.