México es rico en tradiciones, y en una de ellas de ellas se elaboran altares, algunos tan tradicionales, que se hacen concursos para determinar cuál es el mejor. Todas las ofrendas para los difuntos, normalmente van adornadas con la flor de cempasúchil, cempaxochitl, cempoalxóchitl o flor de los muertos, como se le conoce usualmente y que además se usa para la elaboración de pastas para sopas, fármacos, medicina tradicional, margarinas, bebidas y como alimento de las aves para que sus huevos salgan más coloridos.
Hay una leyenda azteca que narra el amor —desde que eran infantes— de Xochitl y Huitzilin quienes desde ese entonces se juraron amor eterno. Ambos solían hacer ofrendas al dios sol Tonatiuh para que bendijera su amor. Con el correr de los años, la guerra llamó a Huitzilin, separando a los enamorados, formándoles un futuro incierto. Más adelante llegó a oídos de Xóchitl la lamentable noticia: su amado había perecido en el campo de batalla. Desconsolada clama a Tonatiuh que no permita que ambos se separen y que permanezcan juntos para siempre.
El dios sol se compadeció de los ruegos de la doncella y envía sobre ella uno de sus rayos, convirtiéndola en una hermosa flor aromática, del color del atardecer, y que sería venerada para siempre, recordando el romance que sostuvo con su guerrero azteca. De inmediato apareció un colibrí, que se posó sobre la hermosa flor y con su pico empezó a extraer el néctar del vegetal. Era Huitzilin quien había venido desde el más allá, para seguir adorando a su amada, y de esta manera su amor viviría por toda la eternidad.
El cultivo de esta flor empieza en julio y su recolección inicia 4 meses después. Su significado sería “flor de 20 pétalos, o muchas flores”. Orgullosamente mexicana, sirve de puente para atraer las almas de los fallecidos a nuestro mundo físico. Por eso es venerada en estas fiestas mortuorias.