Hay avaricia, falta de respeto hacia los mayores, religiones y escuelas filosóficas se tambalean por el escaso número de personas asistentes. Las divisiones están al día porque los discípulos, creyéndose superiores a sus maestros, no les importa el daño que causan a la institución, con tal de querer brillar con luz propia. Lo que se adquiere con triquiñuelas dura muy poco. La mentira es lo que prevalece, y qué tamaño tiene. Sólo hay que escuchar a quien la promueve para darnos cuenta del largo de la explicación por el ancho de las excusas. Un maestro se forma en base a su experiencia y brilla con luz propia.
El discípulo, ávido de poder, quiere superar a su mentor y se dedica a criticarlo, argumentando que no está aprendiendo nada nuevo o bien, es tanta la información que recibe, que no sabe por dónde empezar. Esto indica que ese ignorante es indisciplinado y quien no goce de disciplina siempre brillará entre la mediocridad. A la gente le gusta que la deslumbren. Mientras más les saquean de sus bolsillos, para estos iletrados más sabiduría denota el maestro. ¡Hasta las virtudes espirituales son codiciadas por quienes fracasan en la senda del espíritu, donde ningún capital humano tiene valía! En cierta ocasión, un practicante de las artes marciales se apartó de clan, empezando a hacer mal uso del conocimiento. El maestro fue llamado por sus superiores para arreglar la situación. El anciano dulcemente convida a reflexionar al “sabelotodo” que lleno de soberbia le dice: “apártate viejo porque soy capaz de matarte. ¿Cómo dices que vas a detenerme, si me enseñaste todo tu conocimiento?”. El maestro le responde: “me guardé un poquito y con ello te detendré”. Y lo destruyó. El maestro siempre se guarda un poco de su ciencia para ponerla en práctica contra los malos discípulos.