Al poco rato el niño nota que su hermanita se había quedado atrás, viendo las muñecas. Regresa y le pregunta que si le gusta el juguete a lo que ella dice que sí. Él le dice que la tome y sigan caminando. El dueño del local comercial observaba la escena.
El niño le pregunta por el precio del juguete, a lo que el propietario le interroga que cuánto dinero traía. El menor saca un costalito con conchas marinas, argumentando que es todo su capital y que si es suficiente, a lo que el caballero le dice que sí, pero que le sobra mucho. Toma únicamente siete conchas y le regresa el resto.
Un caballero de alcurnia vio la escena y curioso interrogó al comerciante por qué había accedido a ese trueque en el que perdía parte de la ganancia del negocio. El propietario le respondió: “Este niño todavía no conoce el valor del dinero. Un día se dará cuenta de ello y recordará cómo yo accedí a que le diera a su hermanita esa muñeca. No puedo hacer esto todos los días, ni a cualquier persona, pero esta acción ha llenado mi alma, y me hizo recordar todas las carestías que pasé de niño. Más adelante, el pequeño devolverá a otra persona el regalo que hoy recibió, porque sólo se es niño una vez en la vida, y hay que disfrutar esa etapa lo mejor de la vida”.
El caballero bien vestido salió de la tienda con un nudo en la garganta y desde ese entonces su vida cambió. Lo carácter egoísta lo transformó en altruismo que lo empleó en ayudar a los más necesitados.
Debemos aprender a sentir con el corazón y ayudar según nuestras posibilidades. Los más vulnerables son los niños, enfermos y ancianos. La vida se encarga de pagar a cada quien lo que hizo, bueno o malo. Y lo malo o karma, aparece en nuestro camino cuando más necesitamos, y eso es cuando se llega a viejo, se es desvalido o enfermo. Nadie se va de esta vida sin pagar su factura.