Frank Barrios Gómez
Apolo, dios griego, se le identifica con la lira. Era titular del coro de musas, actuando como jefe de la poesía y el canto. Orfeo sabía como tocar la lira y encantar con sus notas a quien se propusiera. Es así como hace que Eurídice quede prendida de él. También conjura los embates de las sirenas cuando atacan a los argonautas, al pasar por la isla Antemóesa. Al morir Eurídice mordida por una serpiente, Orfeo consternado empezó a tocar su lira a orillas del río Estrimón, con melodías tan tristes que los dioses del Olimpo lloraron y consternados, descendieron para recomendarle que bajara al inframundo para sacarla. Y de nuevo, con el poder de su lira, sorteó todos los peligros que le rodearon y ablandó el corazón de Hades —rey del inframundo— y Perséfone para que le permitieran salir al mundo de los vivos con su amada.
La música es hermosa y hace maravillas. En Egipto utilizaban el canto coral, para curar el insomnio y reducir el dolor. En Grecia Pitágoras la utilizó para combatir la ira y fortalecer la inteligencia. Hoy los científicos saben que la música produce dopamina, hormona que combate el estrés. A pacientes con lesiones cerebrales les ayuda a restaurar la memoria. Robert Monroe demostró que escuchar música a una frecuencia de 150 a 157 Hz, activa ambos hemisferios cerebrales. Las personas que escuchan música antes y después de una cirugía se recuperan más pronto y a los cirujanos les ayuda a concentrarse mejor. Pero no es cualquier tipo de música. Tiene que ser clásica, sonidos de la naturaleza y a volumen moderado para que se logre el efecto deseado. Hay otro tipo de música que lo que hace es perturbar la mente y despertar los más bajos instintos y que sólo a alguien con frecuencia vibratoria densa hace feliz. Seamos selectivos para escuchar música que enaltezca al alma.