Frank Barrios Gómez
Siempre queremos probar a la divinidad, y en nuestra ignorancia retamos al mismo Dios, argumentando que si no nos concede nuestros caprichos, dejaremos de creer en él. Creemos que, ante esta amenaza Dios va a complacernos, sólo que él no cumple caprichos ni endereza jorobados. Cierto día un rey sale de cacería, le dispara su flecha a un león y al acercarse para levantar el cadáver de su presa, con sus últimas fuerzas que le quedaban la fiera le arranca un dedo al soberano. El fiel escudero se encarga de rematarlo y el monarca furioso le dice: “Si Dios fuera bueno, no hubiera permitido que esta fiera me arrancase un dedo. Tú qué opinas”.
El sirviente respondió: “Dios tiene sus planes y nunca se equivoca. El rey refutó: “Si te mandara al calabozo, seguirías diciendo que Dios no se equivoca”. Y sin dudarlo, el escudero respondió afirmativamente. Y el rey lo encarcelo. Tiempo después, el soberano vuelve a salir de cacería, con tal mala fortuna que es atrapado por una tribu antropófaga, que buscaba víctimas para ofrendarlas a sus dioses. Y con horror, vio el rey cómo mataban a su sirviente en ese ritual. Al llegarle su turno, lo amarran en el altar y con horror, los nativos lo sueltan porque le faltaba un dedo. No podían sacrificarlo a sus dioses. Regresa el monarca sano y salvo a su palacio, y ordena que le traigan a su presencia al sirviente, que meses atrás, había mandado a encarcelarlo. Le platica todo lo que había vivido, y que ahora comprendía que Dios es bueno, porque si no hubiera perdido esa falange, en esos instantes sería un hombre muerto, y que si él (el sirviente), seguía en la misma postura de que los planes de Dios son perfectos, a lo que recibe por respuesta: “Majestad, si usted no me hubiera enviado a prisión, yo hubiera estado a su lado en esa cacería, y a mí me hubieran sacrificado porque yo estoy completo. Dios sabe por qué hace las cosas”. No nos pongamos exigentes con la divinidad, y aprendamos a pedir con humildad y tener paciencia. Si algo no llega, todo tiene un por qué.