Frank Barrios Gómez
Tienen sus propias leyes, y gozan de hermosas experiencias que les otorga sabiduría. Gracias a ello son una raza sabia que ven la vida y la viven no como lo hacemos los que nos llamamos civilizados. Un día nos vamos a ir de este mundo y todo lo adquirido se quedará. Lo único que nos llevamos al más allá será lo que se cultivó en el alma para que, en una futura reencarnación, vuelva a adquirirse y se continúe con el proceso de aprendizaje, que es a lo que venimos a este mundo, que viene siendo la mejor universidad, y la que al final premia a cada quien, de acuerdo a sus acciones.
Existe un cuento huichol que narra lo vivido por una semilla de manzana. Cierto día cae a la tierra, deseosa de conocer las estrellas. Aparece un insecto al que le pregunta cómo hacer para conocerlas. El bicho le responde que comiendo los nutrientes que pueda en tres días se convertirá en un arbusto, que crecerá hasta llegar a ser un árbol y conocerá las estrellas.
Así lo hizo. La semilla llegó a ser un frondoso manzano lleno de frutos. Pero había árboles más altos que le impedía ver las estrellas. Creyó que lo habían engañado y llegó un humano al que hizo la misma pregunta. El hombre le respondió que para qué quería ver las estrellas si dentro de cada uno de sus frutos había. Tomó una manzana, la partió por el centro con un cuchillo, y el árbol comprendió que, durante mucho tiempo había buscado fuera de sí mismo las estrellas, cuando en su interior poseía infinidad de ellas, las cuales regalaba cuando estaba cargado de frutos. Todo lo cargamos en nuestro interior. El hombre se esfuerza por llenarse de infinidad de estudios, adquirir títulos, presumir de sus logros materiales y atesorar como si mañana cuando muera va a llevarse al más allá lo adquirido aquí. En la vida deben tenerse bienes materiales equilibrándolos con los dotes espirituales, que es lo que hace grande a cada persona.