Frank Barrios Gómez
En muchas ocasiones rezongamos porque nuestros planes no salen según lo acordado. Reza el refrán “el hombre propone, Dios dispone y el diablo descompone”. Nosotros somos marionetas que actuamos según lo acordado en nuestra mente. En ocasiones las cosas no se dan como se planearon y buscamos siempre a quien echarle la culpa. Si todo sale según lo acordado, nos levantamos el cuello argumentando que fue gracias a nuestra buena planeación. Nos olvidamos que en este mundo nada se mueve sin la voluntad de Dios. Si no salen las cosas como se esperaban, alguien tiene que cargar con la culpa y casi siempre viene siendo el diablo. Pero no nos ponemos a pensar que lo que se está esperando no es el momento indicado para que llegue y esto hace que se entre en la desesperación, y entonces culpamos a la divinidad, porque no llegan las cosas tal y como se desean.
Todo tiene su momento. No hay que entrar en pánico si no llega lo planeado. No hay que cruzarse de brazos y desistir. Llegará y la alegría volverá a reinar en nuestros corazón. Cuenta una fábula, que en una isla remota se encontraba un náufrago. Siempre pedía a Dios salvación porque no quería terminar sus últimos días en el abandono. Como pudo construyó una rústica choza donde se guarecía de las inclemencias del tiempo. Cierto día al regresar, encontró la palapa en llamas. Se consumió en su totalidad con sus escasas pertenencias. Culpó a Dios por lo que consideró su mala suerte y ese día durmió a la intemperie. Por la mañana lo despertó el ruido de un barco próximo a la isla y lo rescataron. Preguntó a sus salvadores cómo lo habían localizado. Le respondieron que habían visto las señales de fuego y humo que él había hecho, y decidieron venir a ver lo que pasaba. No cabe duda que cuando creemos haber perdido la batalla, aparece una mano amiga que nos salva de lo inesperado. Nunca comprenderemos la forma en que recibimos ayuda de lo divino. Dios no se equivoca, el hombre sí.