La búsqueda de la verdad es una lucha constante en la que no debemos sentarnos en nuestra comodidad, esperando que las respuestas lleguen por sí solas. El que busca encuentra. Quien llama a la puerta se le abrirá. El indeciso que se deja manipular y no hace nada muere en la incertidumbre, producto de su ignorancia por no haberse atrevido a pasar a la otra orilla del río de la sabiduría.
En el siglo XIII existió un maestro sabio de nombre Rumi. Perteneció a la casta de los derviches, una cofradía que en búsqueda de la unión con el espíritu, practicaron los votos de pobreza.
Quienes no los conocen los confunden con mendigos. Para un musulmán es un santo, dedicado a predicar con el ejemplo. Fueron muy sabias las respuestas de este anacoreta cuando se le cuestionó sobre la madurez espiritual.
“El veneno es algo que debe eliminarse, y es aquello que va más allá de la inseguridad, el miedo, el poder, la comida, el ego, la ambición y todo lo que rebase el límite de lo que se necesita. La envidia es no a la aceptación de la superación del vecino.
Si lo aceptamos se convierte en inspiración. La ira es la no aprobación de algo que no dominamos. Si lo aceptamos se convierte en tolerancia. El odio es la no aceptación de las personas como son. Si las aceptamos incondicionalmente ese sentimiento se convierte en amor.
La madurez espiritual hace presencia cuando en lugar de tratar de cambiar a los demás, empezamos por nosotros mismos, aceptamos a los demás como son y respetamos su creencia. Al no ser capaces de distinguir entre necesidad y querer dejamos ir ese querer. Quienes creemos haber alcanzado la madurez espiritual debemos buscar la respuesta en nuestro interior. La contestación la encontramos en nuestras acciones.