Toda la vida nos la pasamos sumidos en nuestros compromisos. Llega la noche, y regresamos a casa satisfechos por haber alcanzado los objetivos, o frustrados porque las cosas no salieron como se esperaban. Y siempre hay un pretexto para no salir de la rutina.
Primero, porque se quiere estudiar, para llegar a ser alguien. Luego, que ya pensó en casarse y se necesita mucho dinero para una suntuosa boda. Después, luchar para alcanzar un ascenso en el trabajo, y darle a la familia lo necesario, para vivir bien. Y por último, cuando se dice que ahora sí se quiere disfrutar la vida, muchas veces no es posible, porque la salud está tan deteriorada y cuando se pudo no se quiso.
Y al morir el individuo, lo que dejó para que la familia viva mejor, en muchos casos sólo sirve para desunir, porque donde hay dinero, la gente se vuelve buitres insaciables, que no reconocen ni respetan parentesco alguno. Triste realidad de lo que es la existencia. Cierto día en un lujoso restaurante, una dama esperaba a su esposo.
De repente le entra una llamada y era él, que le decía no poder asistir, porque otra persona estaba a punto de llegar y comer con ella.
A través de la puerta del restaurante ve que entra su padre, a quien tenía más de un año de no verlo. Comen y luego ella pregunta el motivo de la visita. Le responde el progenitor, que estaba ahí para que saliendo fueran al cine, a ver una película que no habían podido ver juntos.
Ella dice que por sus ocupaciones, será hasta el siguiente mes. Y al mes siguiente, visita a su progenitor en un nosocomio, y él le entrega su diario antes de morir.
Ahí le pide perdón, por no haber estado presente cuando ella nació, al dar sus primeros pasos, al graduarse en sus diferentes etapas de estudio, y todo esto por estar trabajando para según él, darle a la familia una mejor calidad de vida.
La dama lloró amargamente y desde ese momento, le dedicó más tiempo a su familia, repitiéndose que su padre le había dejado una lección de la vida. No todo en la vida debe ser trabajo y dinero. La felicidad la otorga cosas que consideramos pequeñas.