“3 de diciembre del 2012 moría pero no fue así: sólo era testigo de cómo se desprendía conciencia, alma, espíritu de mi cuerpo para fundirse el paraíso, cielo, nirvana o como usted quiera llamarle. Un día antes los médicos del Hospital General de Lynchburg, en Virginia, donde trabajaba como neurocirujano, consideraron suspender mi tratamiento porque agonizaba a causa de una meningitis bacteriana. Las bacterias comían mi cerebro. Sin embargo al día siguiente, mis ojos se abrieron de golpe y en un pestañeo estaba situado en un lugar de nubes grandes, esponjosas, de color rosa-blanco que se presentaban nítidamente en contraste con el profundo cielo negro-azul. Más allá de estas nubes, multitudes de seres transparentes, brillantes, se movían trazando arcos por el cielo y dejando como serpentinas detrás de ellos. ¿Pájaros?, ¿Ángeles? Ninguna de estas palabras hace justicia a esos bellísimos seres diferentes.
De repente un canto glorioso descendió desde lo alto. ¿Serían los seres alados quienes cantaban? El canto era como una lluvia que se siente en la piel, pero que no moja. Me volví parte de esta dimensión Todo era como un diseño de alfombra persa, bello, entremezclado. Entonces apareció una mujer muy bella, de vestimenta simple. Juntos volamos con alas de mariposa, mientras miles de ellas, preciosas y enormes, estaban alrededor de nosotros. Se zambullían en un bosque y regresaban Era un río de vida y color, moviéndose.
La mujer me miró fijamente. Esa mirada, pensé, vale mi vida entera. No era una mirada romántica, no de amistad. Era una mirada más allá de todos los diferentes tipos de amor, que tenemos aquí en la Tierra. Luego ella telepáticamente me dijo: “Eres amado y apreciado por siempre. No tienes nada que temer. Te vamos a mostrar muchas cosas aquí, antes de que regreses". Sus palabras me atravesaron como el viento y yo sólo acerté a preguntarle ¿regresar a dónde? Ella no contestó, todo se transformó en vibración. Me sentía joven, renovado, fresco, con ánimos de formular muchas preguntas al ser divino que sentía que trabajaba detrás de todo lo que veía Y entonces pregunté ¿Dónde está este lugar?, ¿Quién soy?, ¿Por qué estoy aquí? A cada pregunta, la respuesta llegaba envuelta en una explosión de luz, color, amor, belleza y entraba en mí directamente.
Recibía las respuestas y las comprendía al instante. Sin esfuerzo entendía conceptos que me habría llevado años comprender en mi vida terrenal. Luego avancé para encontrarme en un vacío oscuro, infinito en tamaño, pero muy reconfortante. Curiosamente era profundamente negro, pero a la vez rebosante de luz, una luz que parecía venir de un orbe brillante que ahora sentía más cerca de mí. El orbe era una especie de “intérprete” entre yo y la inconmensurable presencia que me rodeaba. Mientras tanto, sentía renacer en el propio universo a través de un útero cósmico gigante, guiado por la mujer que conocí instalada sobre alas de mariposa”.
Lo que viví exige una explicación científica y como científico les puedo decir que la física moderna asegura que el universo es una unidad indivisible y aunque parezca que vivimos en un mundo de separación y diferencia, la física asegura que debajo de la superficie, cada objeto y acontecimiento en el universo está completamente entretejido con todos los demás objetos y eventos. No hay separación. Sin embargo antes de mi experiencia estas ideas eran abstracciones. Hoy son realidades y puedo asegurarles que el universo no sólo está definido por la unidad, sino también, definido por el amor.
El universo como lo experimenté en mi estado de coma es amor, sorpresa y alegría. Soy y seguiré como doctor, hombre de ciencia, pero con toda la intención de pasar el resto de mi vida investigando la verdadera naturaleza de la conciencia y difundir que los humanos somos más, mucho más, que nuestro cerebro físico. Hoy entiendo, intuyo que una nueva visión de la mente y el cuerpo están emergiendo y que la ciencia y espiritualidad, en igual medida, valorarán ¡la verdad!. Transcripción sintetizada.
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