Los hijos no son nuestros, sino hijos de la vida deseosa de sí misma. Los padres sólo son un arco del cual los hijos, como flechas vivas, son lanzados. Por lo tanto qué importante es la inclinación de la mano para la felicidad de nuestros hijos. Y nosotros, como padres ¿cómo nos manejamos como arqueros? ¿Estiramos con mano firme la flecha para que llegue hasta al cielo? ¿Qué tipo de arquero es usted? Vamos a descubrirlo sincerándonos ante las siguientes recomendaciones que alguien tituló “Una guía simple para evitar tener un hijo problemático”. Los consejos se los transcribo tal y como los recibí de parte de una amable persona que suponía que tenía hijos pequeños ¡grave equivocación! Yo soy una abuela muy consentidora de mis nietos.
Educarlos es tarea de sus padres.
Preferible no darle al niño todo lo que pida, pues crecerá con el convencimiento de que el mundo se lo debe todo. Hay que tratar de evitar que no aprenda palabras sucias, pero si ya las aprendió que no las repita. Se sentirá muy chistoso, si usted no le dice nada, pero con el tiempo a nadie le resultará gracioso. No pretenda catequizarlo con enseñanzas espirituales. Espere a que sea mayorcito y que él decida. Es importante que aprenda a ordenar todo lo que deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Esto le permitirá valerse por sí mismo, de lo contrario se acostumbrará a echar la culpa a los demás de su desorden.
Si riñe a menudo con su cónyuge en presencia del niño, a él no le importará que se deshaga el hogar.
Todo el amor para ellos, pero no todo el dinero. Dele sólo el necesario para que intente ganar algo por él mismo. Nada de “¿Por qué dejar que el pobrecito pase los mismos trabajos que yo?”. Es necesario para los padres satisfacer sus necesidades, pero no sus caprichos en lo relativo a las comidas, bebidas y comodidades. Apóyelo, pero no en las discusiones sin sentido, que entable con los vecinos, con sus maestros, cualquier persona mayor o sus amiguitos. Así cuando su hijo se encuentre en enredos serios, usted no podrá disculparse diciendo: “Nunca pude con este muchacho o muchacha”. Recuerde, si tiene una vida llena de pesares con los hijos, lo más probable es que se la haya labrado usted mismo. Ámelos con toda su corazón, abrácelos, pero déjelos ir. Recuerde al sabio poeta: “Los hijos no son nuestros, sino hijos de la vida deseosa de sí misma”.
taca.campos@gmailc.com