-Nada tengo que ofrecerle señor.
-No se preocupe, respondió el extraño, tengo una piedra de sopa en mi cartera y si me lo permite la echaré a una olla con agua hirviendo y habré de prepárale la más exquisita sopa del mundo.
-¿De verás? Absolutamente, consiga una olla grande. Por favor.
A la mujer le picó la curiosidad, puso su olla más grande con agua al fuego y fue a contar la novedad de la piedra a sus vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario estaba en su cocina para conocer al extraño y constatar el milagro de su piedra en la sopa. Delante todos, el extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una cucharada con verdadera delectación y exclamó:
-¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas papas.
-¡Yo tengo unas papas en mi cocina! Alguien gritó y regresó en pocos minutos, con una charola de papas peladas que fueron derechito a la sopa. El extraño volvió a probar el brebaje: ¡Excelente! y añadió con voz firme, pero amable y añadió: “si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido más apetitoso. Otra ama de casa salió zumbando y regreso con un pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo cortésmente, introdujo en el puchero para volverlo a probar y decir: ¡Qué sabroso!, más con unas cuantas verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto. Otro vecino corrió a su casa y volvió con cebollas y zanahoria. El caballero después de introducir las verduras en el puchero, ordenó: la sal. Aquí la tiene, le dijo la dueña de casa. Y a continuación el extraño dio otra orden: ¡Platos para todo el mundo! Las vecinas se apresuraron a ir a sus casas en busca de platos, Y algunas regresaron con pan y frutas. Luego, junto con el amable caballero, se sentó todo el vecindario a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa. Se sentían felices, mientras comían reían, charlaban, compartían por primera vez su comida. Entre el alboroto, el caballero se escabulló silenciosamente, dejando tras de si la milagrosa piedra de sopa, que ellas y ellos podrían utilizar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo. ¡Buena historia! El extraño sólo tenía ¡una piedra! y motivó a un vecindario que, en otras circunstancias, hubiese sido incapaz, con poco dinero, de coordinarse para comer y estar felices.
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