Por donde vivo talaron uno de los árboles de un área verde en el que se paraban los pájaros carpinteros más hermosos que pueden existir, especialmente porque son los únicos que he podido ver por la zona.
Me imagino que el dueño del terreno ya lo va a preparar para lotificarlo o quizá necesita la leña. Como quiera que sea, al árbol lo tiraron. Las ardillas, los carpinteros y yo habremos perdido un espacio súper importante. Y no tengo a quién responsabilizar de lo que provocará en mí esa falta de verde.
Last Child in the Woods es un libro escrito por un psicólogo que postula que el desarrollo conginitivo de los niños se ve afectado por la falta de contacto con la naturaleza.
Da ejemplos de cómo esos espacios conectan a la infancia con los momentos en los que se descubren los peligros y los límites propios. Explica que los espacios verdes hacen al niño creativo y su falta es causa directa del estrés en la sociedad.
Esto quiere decir que si yo pierdo el árbol y mi único pedacito de verde cerca, es posible que mi estrés aumente. Cuando estoy estresada o triste, me siento en la ventana a ver el área verde.
Siempre hay algo, una ardilla o sopla el viento y mueve ricamente las hojas. Entonces recuerdo que todo va a estar bien. Si yo tuviera enfrente un edificio con gente, el edificio no me daría señales de que todo va a estar bien.
Creo que en nuestro ADN está escrito el contacto con la naturaleza, y la falta de este, nos hace corto circuito. Ese pedacito de manchón verde me hace ser creativa y me da esperanza. Richard Louv, el autor al que me refiero, tiene razón: entre menos contacto con la naturaleza tengamos, mayor será nuestro nivel de estrés.
*Cápsulas “Verde que te quiero verde” emitidas en Radio Fórmula Quintana Roo