El Fondo Monetario Internacional considera que hoy existe “riesgo de longevidad” y propone enérgica reducción de pensiones y aumento en los años de trabajo.
Así la situación, sólo falta que meta su nariz en las cuestiones amorosas de nosotros los viejos y se atreva a declarar que existe “riesgo de longevidad” si uno se enamora después de los 60 años o logra permanecer rodeado de amigos.
Esto es inaceptable para nosotros los viejos, porque en cuestiones de amor ya recorrimos muchos caminos, doblamos esquinas y optamos por encrucijadas, que nos condujeron a inteligentes o no inteligentes decisiones sobre nuestra vida amorosa.
También, por qué no erramos, nos resbalamos, arrepentimos. Vivimos el amor, perdimos el amor, a veces por designio divino o por debilitamiento de nuestra vida en pareja, pero aún de viejos nos brilla la mirada en dirección del amor. En nuestro largo camino amoroso hemos aprendido a sumar, dividir, multiplicar, sin disminuir nuestro conocimiento en las cuestiones amorosas.
Por ello el enamoramiento entre viejos es más sereno, con mayores logros y de más complicidad, pues no nos inhibimos frente al amor, porque el amor nos llega despacio, sin tiempo para acabarse.
Y en cuanto a los amigos, nuestro cariño es más espontaneo porque ellos son los hermanos que hemos elegido. También sabemos que se puede ganar un amigo en un año y perderlo en un día.
Qué la amistad, antes de merecer su nombre, es como una planta que crece con lentitud y muchas sacudidas de adversidad. Que la amistad no se conquista, no se impone, se cultiva como una flor, se abona con pequeños detalles de cortesía, de ternura y de lealtad. Se riega con las aguas vivas del desinterés y de cariño silencioso.
Que la amistad es la verdadera comunión de las almas. Es más fuerte que el amor, porque el amante es celoso, egoísta y vulnerable. En cambio el amigo responde cuando es necesario con afecto y comprensión.
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