La vida nos pone en caminos muy diferentes y llega el momento en que debe escogerse uno a sabiendas que una mala decisión puede retrasar lo que se ha buscado con tanto anhelo. Imaginen ustedes, tener que decidir por uno u otro camino, tratándose de dos, y si son tres, a sabiendas que una equivocación puede retrasar los planes que pueden definir un logro. Esto es algo que indica que hay que ser o muy inteligente y osado para no equivocarnos. Y también confiar en el instinto o intuición, como en muchos casos cuando se dice: “Señor, guíame porque no quiero equivocarme”. En una empresa, a los aspirantes a ascender a altos puestos ejecutivos, les ponen un pequeño examen donde se aprecia la lógica, ética y sentimiento de la persona. Quien lo pasa es candidato al puesto cuando queda una vacante.
Y entre 200 personas, las estadísticas apuntan que sólo uno sale avante, según lo que esperan los altos jerarcas de ese emporio. Le preguntan a la persona: “En una noche lluviosa de tormenta, ves que en la parada de camiones está una anciana muy enferma, tu amigo quien te salvó de una situación apremiante y le debes ese favor, y la mujer de tus sueños, a quien no le eres indiferente. Y sólo llevas un espacio disponible. A quién permites subir en tu automóvil”.
Una verdadera encrucijada, donde no puede haber equivocación. Y sólo uno entre 200 aspirantes, después de pensarlo respondió: “Me estaciono frente a la parada, le entrego las llaves de mi coche a mi mejor amigo, al cual le debo un gran favor, pidiéndole lleve a la anciana donde le curen, y me quedo a esperar al autobús, para acompañar a la mujer de mis sueños”. Ese hombre llegó a ser el presidente de ese consorcio, y cuando se necesitaba cubrir una vacante para ejecutivo, pedía que se tratara de alguien con valores éticos, y que fuera un verdadero líder, porque una cosa es ser jefe, y otra ser un líder, el cual es amado y seguido por su personal, porque es alguien que piensa en conjunto, antes de anteponer sus mezquinos intereses.