Hace un tiempo estuve a punto de morir. Los que me conocencercanamente saben de qué hablo. Y bueno, la experiencia fuealeccionadora. A la distancia me parece haber estado envuelto enuna especie de sueño donde el tiempo era elástico y de acero.
Andamos en sueños, en abstracciones y en caballos. Parménidesnos lo dijo en estas breves líneas: “Los caballos que me llevancumplen, al hacerlo, toda la plenitud de mi deseo,/ pues no hayduda que son ellos, mis verdaderos guías, los que me condujeronpor la famosísima ruta/ de la diosa, que encamina al hombre enposesión de las luces del saber a través de todas las ciudades./Por esta ruta me veía llevado y, ciertamente, los caballos/ a cuyoimpulso marchaba eran muy diestros,/ ya que tiraban del carro ypermitían a la vez que jóvenes/ doncellas nos mostrasen elcamino”.
Pero los caballos que me han llevado ¿dónde estarán abrevandoahora? Los canijos se me largan sin permiso. Aunque nunca he sabidode equino alguno pidiéndole venia a su dueño.
La muerte es una zona, un espacio donde la abstracción, laimaginación, la ficción y la realidad son los puntos cardinalesque la sitúan y extravían. Localizable y oculta, la muerte es laverdad más humana que existe: todos vamos a morir. Ante esto, lamuerte conserva su calidad de absoluto que, a diferencia de Dios—que requiere para su estatus de categórico la creencia enÉl—, la muerte es verídica, ¿y cuándo lo es? Volviendo aPessoa: “La muerte cesa si para nosotros cesa”.
Heráclito escribió que “muerte es todo lo que vemos, cuandoestamos despiertos; mas lo que vemos estando dormidos, essueño”. No voy a desplegar una pedante retahíla de reflexionessobre lo que la literatura ha abundado al respecto. Pero sí he deanotar que cada vez duermo poco y me asaltan preocupaciones queantes no tenía.
Me siento renovado y limitado. Salgo a la calle y veo que haydesencanto. El país está, justito, en las palabras de nuestrohimno: “Mexicanos al grito de guerra...”. Por más que lospartidos y los políticos digan que esta es una guerra contra elcrimen organizado, esta guerra es de todos: por la pérdida deciertos valores, por no entender que el rojo de la sangre no esnecesariamente de dolor sino de esperanza.
Y como yo ando, lo ven, a caballo, galopo por rutas que medictan las emociones y la razón. Quienes me conocen saben que soybastante sensible aunque mi rostro pueda indicar lo contrario.
Me gusta Xalapa, es la ciudad que llevo a cuestas por doquieraque vaya yo.
Ojalá Xalapa se poblara de caballos para que nos lleven haciala plenitud de nuestros deseos…
*Colaborador