En Coatepec, Veracruz, todavía es posible comer pan horneado al calor de la leña en El Resobado o tomar una cerveza en la cantina La Estrella de Oro, ambos negocios con más de cien años de historia. De lo que poco se habla es de la existencia de la talabartería y fustería El Tigre, donde han manufacturado sillas de montar para la monarquía, políticos, ganaderos y artistas como Vicente Fernández.
En Jiménez del Campillo número 28, en una vetusta construcción, se puede ver al frente 1935; se trata del año en el que Sóstenes Guzmán Durán, un entonces joven nativo de Puebla, decidió tener su propio establecimiento dedicado a elaborar artículos con cuero.
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Formado como huarachero, su aspiración era prosperar, y lo logró, tuvo tiempos de bonanza entre las décadas de los 50 y 80; dio empleo a 39 personas. En 2022, hay días en que nadie se para por allí.
“Ahora hay personas que ni siquiera saben qué es una talabartería”, dice con nostalgia César Guzmán Ruiz, encargado del negocio, quien trabaja en números rojos, pero no le pesa porque está dispuesto a cumplir la promesa hecha a su padre, don Sóstenes. Mientras Dios le preste vida no cerrará.
César, quien tiene 85 años, abre de las 10 de la mañana a las 19 horas. Allí lo visitan sus amigos y uno que otro curioso, atraído por la fachada de la que destacan antiguas puertas de madera y un rehilete de colores que identifica al sitio como perteneciente a un Pueblo Mágico.
De la casa rojo ladrillo sobresale también una placa, y es que allí, en 1832, nació Antonio Matías Rebolledo, quien fuera educador, publicista y editor. Ingresar a esta casa es hacer un viaje al pasado. En aparadores de madera hay maletines, cinturones y hasta retratos hechos con cuero. No pueden faltar sillas de montar caballo para quienes practican la charrería.
En el Tigre hacen el forrado de sillas, elaboran los accesorios y también el fuste, el asiento del jinete, fabricado con madera. El costo varía, pero una de estas monturas se puede adquirir desde los 15 mil pesos, sin embargo, este trabajo artesanal, dice don César, es poco valorado. La gente ya prefiere lo sintético, de baja calidad y menor precio.
En una especie de visita guiada, invita a recorrer el lugar. Ante los ojos aparecen decenas de fotografías, una vieja caja registradora de madera, álbumes con fotos que dan cuenta de los personajes que se volvieron clientes de la familia Guzmán, recortes de periódicos locales y una pequeña colección de caricaturas.
Aún hay más, en una pequeña oficina, a un costado del escritorio, penden dos cuernos “cargados” de licor porque a don César lo mueven dos cosas en la vida, abrir la talabartería y, dice en broma, echarse sus “chingadazos” temprano, porque ya de tarde no le hace al vicio.
Entre anécdotas, chistes y uno que otro secreto develado de personajes de la política y de prominentes ganaderos, el talabartero habla de los encargos más sobresalientes atribuidos a El Tigre.
No le gusta hablar por hablar, por eso recurre a recortes de periódicos. Y es que Isabel II de Inglaterra, el príncipe Felipe y el rey Juan Carlos de España tienen monturas coatepecanas. También elaboraron sillas de montar para el expresidente de la República José López Portillo y entregaron pedidos a clientes de otros países, como Nicaragua, Alemania, Japón y Uruguay.
De entre los tantos documentos que atesora, muestra un álbum especial, donde aparece sonriente al lado de actores y actrices que formaron parte del elenco de la telenovela “Cañaveral de pasiones”, con algunas escenas en El Tigre. Don César se resiste a abandonar su oficio. Cómo hacerlo, si es la vida misma, expresa.