El reloj marcaba las siete, debía apresurarse. Salió de la ducha, se vistió, tomó su bolsa y se dispuso a partir, pero su obsesión la hizo regresar. Ahí estaba, parecía estar esperándola como cada mañana, frente a él sintió que no podía más, tomarlo entre sus manos, acercarlo a su boca y sentir cómo penetraba en sus labios devolviéndole las ganas de vivir con intensidad, como todos los días.
–No debo hacerlo, si flaqueo sería traicionarme, tengo que ser fuerte, no debo ni pensar en él, mucho menos volver a caer en lo mismo, sé que me hace mucho daño.
Se fue, debía estar puntual en su cita, saber la verdad, aceptar todo lo escucharía con valor y madurez. Llegó retrasada, él la esperaba con la puerta entreabierta, entró, puso el sobre en el escritorio y le sonrió esperando su opinión.
–Srita. Gómez, su riñón está saludable, puede seguir tomando café.