Ya sea como docente o como director de puestas en escena, el veracruzano Fernando Yralda ha hecho del teatro su forma de vida. Recientemente inició uno más de sus proyectos, la consolidación de El Mole, un colectivo de actores profesionales radicados en Puebla a quienes dirige y con quienes inició una gira de presentaciones en Xalapa.
Yralda es egresado de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana, profesor en el Colegio de Arte Dramático en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y de la Facultad de Teatro de la UV. Ha participado en más de 20 encuentros y festivales nacionales e internacionales. Además, ha dirigido más de 40 puestas en escena y ha obtenido 10 premios por su labor. Para hablar de su quehacer, concedió la siguiente entrevista a Diario de Xalapa.
Fernando, en estos momentos, ¿qué es el teatro para ti y qué textos te interesa llevar a escena?
Para mí el teatro es una plataforma de pensamiento y un espacio de reflexión con el espectador. En cuanto a qué elijo, son muchos aspectos, pero uno de los principales es que la obra tenga relación con el contexto histórico-social que se está viviendo.
¿Hay algo de lo que no prescindas?
No me gusta prescindir de la teatralidad. Siempre busco nuevas formas, pero cuidando que no separe esa estética al espectador común; al contrario, busco que sea accesible para él. Creo que el teatro no es elitista y lo que me importa es qué puede decir el texto por sí solo. Veo al artista escénico —director, actores, diseñador escénico— como mediador del conocimiento.
Mencionas que el teatro es una plataforma de pensamiento, ¿por qué?
Lo veo como plataforma de pensamiento pero también de discusión, donde establecemos una representatividad del mundo. Ahora, el mayor mensaje no está en lo que presentamos sino nosotros cómo llegamos a complementar eso. Para mí es fundamental que la armonía de un grupo se vea en el escenario porque es el reflejo de lo que nosotros utópicamente queremos plantear como mundo. No tanto el mensaje o la historia como tal, sino cómo nos complementamos.
Como director, ¿qué haces para lograr esa armonía?
No me caso con la idea de que es el director quien traza. Hago la premisa, el escenario y propongo el texto, pero en conjunto lo empezamos a confrontar desde el pensamiento y el análisis. Cuando creemos que algo no funciona a nivel grupal, nos sentamos, lo platicamos y son ellos —los actores— quienes lo resuelven.
Pienso que la función del director es construir un universo con cada mundo de ellos, y es través de ejercicios del pensamiento que empezamos a encontrar unidad.
Se habla mucho de los beneficios del arte, sobre todo en la educación básica. Desde tu experiencia como docente, ¿por qué crees que es importante?
Las artes en general pueden ser una forma interesante de aprendizaje. Definitivamente tendrían que ser incluidas en los programas educativos, pero no se trata de hacer obras porque sí, o poner a cantar a los niños, o ponerlos a bailar. Considero que tiene que ser desde la elaboración del proyecto, desde la investigación, desde el estudio de un mundo referencial y del tema que se desarrolle.
Debe existir una toma de decisión por parte de los alumnos para saber qué proyectos realizan. Cuando se ve al arte desde esta perspectiva, el conocimiento se queda inmerso para toda la vida. Se trata de que los alumnos se integren de manera transversal.
¿Se puede lograr un mundo mejor a través del arte o es una utopía?
Para mí es una utopía. Sin embargo, creo que el mundo con el arte se modifica, y esa ya es una gran ganancia. Lo veo en Xalapa. Sí hay los problemas que hay en todo el país —incluida la violencia—, pero finalmente se siente otro ambiente cultural, sí se genera una sociedad distinta.
¿Cuál es tu compromiso como docente con las nuevas generaciones con las que trabajas?
Trabajo mucho con la línea filosófica de la construcción del ser. Sigo creyendo que un actor no debe prepararse en materia formativa en cuestión de una técnica actoral, sino más bien en la construcción de quién es y qué puede desarrollar a partir de ese conocimiento de sí mismo. Hallar las posibilidades que hay en uno a través de la liberación de prejuicios me parece fundamental.
Con respecto a la declaración de la senadora Jesusa Rodríguez acerca de la desaparición de las becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, ¿qué opinas?
Es un tema complicado… A pesar de que siento que en el sistema de otorgamiento de becas sí hay corrupción y un sinnúmero de problemas, quitarlas porque no funcionan me parece un error. Más bien hay que buscar que funcionen. No hay que irse a los polos.
Uno de los puntos que sí quiero señalar es que hay muchas personas que se acostumbran a ver cómo venden sus productos, más que potenciar la libertad creativa.
Hay jóvenes que piensan cómo seducir a un crítico, a las personas que están en el poder, y no tanto en cómo establecer lo creativo.
En ese sentido, opino que el teatro ha estado del lado del poder. No ha sido contestatario. Creo que sí deberíamos ser más cuestionadores.
Y bueno, el arte y la educación sí deben estar subvencionados por el Estado.
Finalmente, ¿cuál es el argumento principal del arte escénico?
La construcción. El hecho de que sea una utopía el mejoramiento del mundo a través del arte escénico no significa que tengamos que prescindir de ella. El arte no debe prescindir de ese objetivo, aunque caigamos en terrenos moralistas.
Algo que creo que se ha desvirtuado, por alejarse de lo moral, es que el teatro se ha vuelto muy violento. Entonces, sí hay que cuestionar, nosotros, con tanta violencia que existe, ¿qué tanto nos volvemos promotores de esa violencia?
Algo que me queda claro es que el arte explica el mundo, pero no lo compone. Nos ayuda a contener un poco la barbarie y sí debe tener ese sentido de transformador social, incluso aunque divierta nada más.
Filosofía de la construcción
Creo que un actor no debe prepararse en materia formativa en cuestión de una técnica actoral, sino más bien en la construcción de quién es y qué puede desarrollar a partir de ese conocimiento de sí mismo.