La práctica de malabares y clown en un parque xalapeño, en el año 2007, es hoy el inicio de una historia de éxito en el arte circense profesional de México. El protagonista es Jonathan Jackson, quien en 2022 es especialista en la disciplina acrobática de la pulsada.
La pulsada tiene como bases un acondicionamiento físico muy específico y está en el área del equilibrismo, pues ante los ojos del público, el cuerpo es sostenido en una sola mano.
El artista narra con orgullo y entusiasmo lo que tuvo que pasar para llegar a ser quien es hoy. Y es que en un principio quiso ser periodista o dedicarse de lleno al teatro. El trasfondo, hoy lo sabe, es establecer comunicación con los demás.
Ya sea como clown, malabarista, zanquero, bailarín de danza aérea o en suertes sobre monociclo o con roda-bola, lo que disfruta es la conexión con el público.
En su búsqueda personal por desarrollar lo que le apasiona, no vive en Xalapa, su tierra natal, pero vuelve cada que tiene vacaciones. En verano está en la ciudad y comparte que le es muy grato rememorar sus inicios.
¿Qué lugares ha logrado visitar Jonathan Jackson gracias al arte circense?
Sin temor a lo nuevo, el malabarista dejó la capital del estado cuando se enteró de un festival en Zacatecas; ese fue solo el comienzo de años de aprendizaje y muchas peripecias en México, Francia, España, Italia y Costa Rica.
“Dejé todo. Me fui de la casa de mi mamá con mis malabares y monociclo. Le dije que no sabía cuándo volvería. Fue un viaje de autodescubrimiento”, menciona quien hizo su debut en un festival internacional.
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Para Jonathan la superación es algo fundamental. Por eso después de trabajar en San Luis Potosí y en Guadalajara, volvió a Xalapa a estudiar ballet, danza aérea y contemporánea, para emprender nuevamente el viaje, ahora con destino a profesionalizarse en la Escuela de Circo de México.
Con gratitud, Jonathan acepta que su trabajo ha sido valorado. Fue en la misma Escuela donde le ofrecieron contrato al concluir sus estudios, sin embargo, aún no estaba satisfecho y su interés por continuar aprendiendo lo llevó a Europa.
El veracruzano supo de Claude Victoria, quien llegó a tener el título del mejor pulsador del mundo.
“Sí me enseñó técnica pero más que nada una filosofía de vida y a saber prepárame para cualquier show”, dice quien después volvió a México a cumplir un sueño pendiente.
Y es que Jonathan quería hacer un número bajo una carpa, en circo tradicional, y lo cumplió en Tabasco, no obstante, descubrió que los artistas son mal pagados.
“El circo tradicional mexicano es maravilloso, me motivó mucho, pero hoy en día, si no es una empresa establecida es muy difícil tener un buen pago. Los circos familiares y chiquitos pagan poco y tienes que parar el circo. En su momento me puso feliz, pero levantar el circo es como hacer cross-fit por 12 horas”.
Alcanzada la meta, se fue a Los Cabos, donde comenzó carrera en el “show business”, caracterizado por números más cortos y simplificados, pero al mismo tiempo más impresionantes.
En los últimos años, él radica en Playa del Carmen y, aunque prácticamente ha explorado todas las disciplinas del circo, es en la pulsada donde se siente más cómodo, con más posibilidad de jugar y explorar con distintas musicalidades.
Celebra que ahora, en una especie de moda, la educación del circo sea posible fuera de la carpa, como un legado de Julio Rebolledo, quien también fue su maestro.
En cuanto a la escena, opina que México está buscando un estilo propio, pero hay mayor inclinación hacia el circo contemporáneo: “No es que esté mal pero la raíz del circo tradicional no debe perderse”.
Lo que necesitas para hacer casi cualquier disciplina circense es perseverancia, disciplina y amor a lo que haces, porque tienes que practicar todos los días.
Mientras se llega el momento de volver a la tierra que lo acoge, Jonathan da un taller en la ciudad y celebra dedicarse al que considera es el arte más accesible a todas las personas. Entre sus deseos está que Xalapa tenga en algún momento los escenarios para presentar circo profesional.