La música, los cuentos de hadas y de espantos, así como el clima de Orizaba con su chipi-chipi y neblina, los animales disecados del museo El Chopo y el trabajo de Goya y El Bosco influyeron para que la obra de Leticia Tarragó se inclinara hacia lo onírico, quien no se sentía a gusto con el estilo de la escuela mexicana de La Esmeralda.
Si bien no nació en Xalapa, aclara, su obra sí la ha desarrollado en esta ciudad a donde llegó en 1962, luego de pasar un año becada, junto con su esposo Fernando Vilchis, en Polonia, donde conocieron a Sergio Pitol y se hicieron grandes amigos, pues ya le había ilustrado un libro.
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Entrevistada en su domicilio, la artista plástica veracruzana, quien el lunes 29 a las 7 de la noche abrirá la exposición Hilando Mundos, en el Centro Recreativo Xalapeño, donde comparte el espacio con su hija Paulina Vilchis, confirma que la inspiración la tiene que encontrar trabajando, como decía Picasso. “Yo tengo esa frase como un mandamiento porque mientras más trabajas se abren los caminos, por eso yo siempre estoy aprendiendo algo y me gusta dar talleres porque conozco a otras personas que también me aportan algo.
“Todos debemos tener un quehacer que nos llene, no trabajar por ganar dinero, sino que hay que hacer algo que nos guste, por eso es importante que la gente siga leyendo libros, que escuche música clásica, porque eso alimenta el espíritu para tener una vida plena”, aconseja.
La inspiración la tiene que encontrar trabajando
En su “segundo aire”, la artista plástica Leticia Tarragó continúa creando, haciendo grabados nuevos, asimismo trabaja en un proyecto de libros artesanales que se expondrán en Obregón, Sonora, también junto a su hija Paulina Vilchis.
Jubilada desde 2009 del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana, aunque nunca ha dejado de pintar, ha expuesto en Sonora, Chihuahua, Monterrey, así como en Córdoba y Orizaba, su ciudad natal, por lo que la invitación a exponer nuevamente le viene muy bien para tener presencia con obra que no se ha visto aquí y que desea exponer ante la opinión de los xalapeños.
“Sigo con mis personajes, pero he metido más porque generalmente usaba una o dos figuras y luego un paisaje. Cuando se inauguró el Palacio de Hierro en Veracruz le encomendaron hacer dos cuadros de gran formato para la sección de niños, para éstos se inspiró en casas rodantes y casas en el mar, así como en el palacio de hierro de Orizaba, que viene de Bélgica.
“Éstos tienen multitud de personajes, ya no son solo las niñas o mujeres mirando al infinito, puesto que desde hace cuatro o cinco años empezó a meter más personajes en la obra, como más onírico y “rascándole más a la imaginación y a los recuerdos”.
Lo onírico, su línea
Sobre sus trazos y temas oníricos, concede que quizá al principio lo tomó de Remedios Varo, pues cuando empezó a pintar en la Ciudad de México estaban en voga esta artista y Leonora Carrington, cuya obra se parece mucho a la de Remedios. “Sí hay puntos en común porque lo onírico tiene que ver con lo intemporal y lo que no tiene un ancla local.
Como a mí mis padres me educaron mucho con libros de Goya, El Bosco, y ellas también se inspiraron en eso, ver a un señor del siglo XVI que pintaba cosas muy locas como futuristas que estaban en su imaginación, me marcó.
A mí Goya me ha inspirado mucho con su grabado, porque mi papá Ernesto Tarragó Martínez me regaló un libro con todos sus Caprichos, pero también uno se inspira en la música que mi papá nos ponía cuando vivíamos en Orizaba y nos contaba cosas a las que se referían las obras; los cuentos de hadas y los de espantos que nos contaba mi mamá Victorina Rodríguez.
Todo eso, así como el clima de Orizaba con el chipi-chipi y la neblina, insiste, le abrieron la imaginación hacia lo onírico y de ahí es de donde toma inspiración, porque en La Esmeralda el estilo era la escuela mexicana de pintura como la de Diego Rivera, que pintaba paisajes, flores, mujeres indígenas, sin embargo esa no fue su vida, añade, porque ésta fue muy interiorizada, dentro de los libros y de lo que éstos le decían, “que al final la gente encuentra referencias de Remedios Varo y Leonora Carrington, pero es que estamos como en la misma vía de ver cosas”.
Añade que tiene dos vías, una donde plasma lo que le rodea con flores y animales, junto con lo que trae dentro de la cabeza.
Además, para encontrar su línea se inspiró en los animales disecados que exhibía el Museo de Historia Natural El Chopo porque no estaba satisfecha con pintar señoras con flores en los mercados.
“Yo dibujé mucho ahí, porque nos mandaban de la escuela y de ahí saqué muchas historias con esqueletos, fantasmas y lechuzas”, así como material para sus grabados y fue por ahí que se fue metiendo en lo onírico.