/ miércoles 21 de noviembre de 2018

Babel y laberinto / Satanás de Mario Mendoza

Siempre que empezamos alguna nueva obra de Mario Mendoza algo nos indica que no saldremos bien librados.

Los títulos mismos (Scorpio City, Relato de un asesino, Cobro de sangre, La ciudad de los umbrales, Satanás) intimidan y dudamos, dicha sea la verdad, en empezar a leerlo. Sin embargo, a partir de la primera frase quedamos atrapados por las atmósferas que son uno de los mejores efectos literarios que logra Mendoza, pues aunque sepamos que lo narrado nos va “diciendo algo”, en realidad lo que sentimos es tan intenso como los hechos.

Mario Mendoza es junto a Evelio Rosero, Santiago Gamboa, Andrés Rivera y Héctor Abad, una de las figuras más sobresalientes de la literatura colombiana de finales del siglo pasado y lo que va de éste. Está de sobra decir que Colombia (al lado de Argentina, México y Perú) es de los países punteros en cuanto a narradores se refiere. Si alguien escucha la palabra Colombia piensa en García Márquez, pero piensa, también, en Mutis o en Fernando Vallejo, escritores de la más alta alcurnia novelesca.

Lo que nos narra Mendoza en Satanás es la historia de Campo Elías, un hombre bogotano que luego de ser héroe en Vietnam regresa a su ciudad natal y entreteje su vida con la de un sacerdote que enfrenta un caso demoníaco en La Candelaria –el célebre barrio–, con la vida de una mujer que empieza vendiendo fruta en el mercado y termina, por su belleza, embaucando y adormilando clientes en bares lujosos de la ciudad.

Existe un filón de fondo en la personalidad de Elías: su madre, mujer insoportable que recuerda a la madre de La conjura de los necios de O’Toole. Por muchas razones Satanás evoca a Los ejércitos de Evelio Rosero, pues en ambas obras (aunque la de

Rosero es una novela en el ambiente rural) lo que persiste es cómo el mal posa su oscura presencia en la vida cotidiana.

El cura se acuesta con la mujer que le hace el aseo; la mujer embaucadora es violada brutalmente por dos taxistas esperpénticos; Elías va a un burdel y no consigue tener relaciones porque observa vellos púbicos en el retrete, un condón usado en el piso y mugre en la regadera, en fin, los sucesos de la vida cotidiana se ven manchados durante toda la obra por la mano del Mal.

Si el lector necesita más referencias para leer esta extraordinaria novela (que por cierto tiene versión cinematográfica en donde el papel principal lo realiza un Damián Alcázar con todo el acento bogotano), baste decirle que Satanás obtuvo el Premio Biblioteca Breve.



Los títulos mismos (Scorpio City, Relato de un asesino, Cobro de sangre, La ciudad de los umbrales, Satanás) intimidan y dudamos, dicha sea la verdad, en empezar a leerlo. Sin embargo, a partir de la primera frase quedamos atrapados por las atmósferas que son uno de los mejores efectos literarios que logra Mendoza, pues aunque sepamos que lo narrado nos va “diciendo algo”, en realidad lo que sentimos es tan intenso como los hechos.

Mario Mendoza es junto a Evelio Rosero, Santiago Gamboa, Andrés Rivera y Héctor Abad, una de las figuras más sobresalientes de la literatura colombiana de finales del siglo pasado y lo que va de éste. Está de sobra decir que Colombia (al lado de Argentina, México y Perú) es de los países punteros en cuanto a narradores se refiere. Si alguien escucha la palabra Colombia piensa en García Márquez, pero piensa, también, en Mutis o en Fernando Vallejo, escritores de la más alta alcurnia novelesca.

Lo que nos narra Mendoza en Satanás es la historia de Campo Elías, un hombre bogotano que luego de ser héroe en Vietnam regresa a su ciudad natal y entreteje su vida con la de un sacerdote que enfrenta un caso demoníaco en La Candelaria –el célebre barrio–, con la vida de una mujer que empieza vendiendo fruta en el mercado y termina, por su belleza, embaucando y adormilando clientes en bares lujosos de la ciudad.

Existe un filón de fondo en la personalidad de Elías: su madre, mujer insoportable que recuerda a la madre de La conjura de los necios de O’Toole. Por muchas razones Satanás evoca a Los ejércitos de Evelio Rosero, pues en ambas obras (aunque la de

Rosero es una novela en el ambiente rural) lo que persiste es cómo el mal posa su oscura presencia en la vida cotidiana.

El cura se acuesta con la mujer que le hace el aseo; la mujer embaucadora es violada brutalmente por dos taxistas esperpénticos; Elías va a un burdel y no consigue tener relaciones porque observa vellos púbicos en el retrete, un condón usado en el piso y mugre en la regadera, en fin, los sucesos de la vida cotidiana se ven manchados durante toda la obra por la mano del Mal.

Si el lector necesita más referencias para leer esta extraordinaria novela (que por cierto tiene versión cinematográfica en donde el papel principal lo realiza un Damián Alcázar con todo el acento bogotano), baste decirle que Satanás obtuvo el Premio Biblioteca Breve.



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