/ miércoles 23 de enero de 2019

Babel y laberinto / El viaje que nunca termina de Malcolm Lowry

Lowry es una de las figuras malditas por excelencia de la literatura del siglo XX

Su gran fama de dipsómano opacó por mucho tiempo su invaluable obra. Se sabe que fue un alcohólico toda su vida, que estuvo internado infinidad de veces, en muchos países, en clínicas de todo tipo y método, para tratar de curar su insaciable sed.

Desde muy joven, siendo aún preparatoriano, empezó a beber; en la universidad ya era reconocido como uno de los insuperables bebedores de la época. Casó dos veces, la primera con la actriz Jan Gabrial, a quien conoció en España y con quien hizo su primer viaje a México. La segunda con Margerie Bonner, con quien estuvo casado hasta el final de su vida. Ésta última fue quien más lo alentó a escribir y fue quien más se preocupó por su precaria salud, pues el alcohol había minado todo el cuerpo del autor de Oscuro, como la tumba donde yace mi amigo.

Se ha dicho ya que Bajo el volcán es una de las novelas más grandes de todos los tiempos; que es un recorrido por las profundidades el alma humana, y que es un viaje acompañado de mezcal, de mucho mezcal.

Casi el resto de la obra de Lowry fue publicada póstumamente por Margerie, pues Lowry nunca terminó en realidad ninguna de esas novelas de las que tanto escribía en sus cartas. A esa reunión de novelas Lowry había dado el título de El viaje que nunca termina.

En esta edición en español de sus cartas, la encargada de la selección, la introducción y las notas, Carmen Virgili, tomó ese título para dar cuerpo a esta correspondencia en la que vemos a un Lowry tierno y arrepentido con sus mujeres, colérico con la autoridad mexicana, crítico y defensor de su obra con los editores, resentido con sus amigos, esperanzado en la salvación a través de su obra.

La presente correspondencia podría tomarse como una suerte de biografía comentada por el propio Lowry: aquí se advierte la creación y reescritura de su obra; su deseo imposible de dejar el alcohol (¿Debemos creer a Ruth Padel que dice: “A quien los dioses destruyen primero enloquecen?), su profunda confianza en su vida como escritor.

Muchas biografías se han escrito sobre Malcolm, alguna con la ayuda de Margerie, otra con la de Jan Gabrial, algunas más con los datos proporcionados por sus amigos, pero una cosa es cierta: Malcolm no era un solo hombre, algunos lo recuerdan cultísimo y otros tonto, unos gran bebedor y otros un borrachín de quinta, Malcolm fue muchos hombres, aunque en todos: escritor.

Su gran fama de dipsómano opacó por mucho tiempo su invaluable obra. Se sabe que fue un alcohólico toda su vida, que estuvo internado infinidad de veces, en muchos países, en clínicas de todo tipo y método, para tratar de curar su insaciable sed.

Desde muy joven, siendo aún preparatoriano, empezó a beber; en la universidad ya era reconocido como uno de los insuperables bebedores de la época. Casó dos veces, la primera con la actriz Jan Gabrial, a quien conoció en España y con quien hizo su primer viaje a México. La segunda con Margerie Bonner, con quien estuvo casado hasta el final de su vida. Ésta última fue quien más lo alentó a escribir y fue quien más se preocupó por su precaria salud, pues el alcohol había minado todo el cuerpo del autor de Oscuro, como la tumba donde yace mi amigo.

Se ha dicho ya que Bajo el volcán es una de las novelas más grandes de todos los tiempos; que es un recorrido por las profundidades el alma humana, y que es un viaje acompañado de mezcal, de mucho mezcal.

Casi el resto de la obra de Lowry fue publicada póstumamente por Margerie, pues Lowry nunca terminó en realidad ninguna de esas novelas de las que tanto escribía en sus cartas. A esa reunión de novelas Lowry había dado el título de El viaje que nunca termina.

En esta edición en español de sus cartas, la encargada de la selección, la introducción y las notas, Carmen Virgili, tomó ese título para dar cuerpo a esta correspondencia en la que vemos a un Lowry tierno y arrepentido con sus mujeres, colérico con la autoridad mexicana, crítico y defensor de su obra con los editores, resentido con sus amigos, esperanzado en la salvación a través de su obra.

La presente correspondencia podría tomarse como una suerte de biografía comentada por el propio Lowry: aquí se advierte la creación y reescritura de su obra; su deseo imposible de dejar el alcohol (¿Debemos creer a Ruth Padel que dice: “A quien los dioses destruyen primero enloquecen?), su profunda confianza en su vida como escritor.

Muchas biografías se han escrito sobre Malcolm, alguna con la ayuda de Margerie, otra con la de Jan Gabrial, algunas más con los datos proporcionados por sus amigos, pero una cosa es cierta: Malcolm no era un solo hombre, algunos lo recuerdan cultísimo y otros tonto, unos gran bebedor y otros un borrachín de quinta, Malcolm fue muchos hombres, aunque en todos: escritor.

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