Guillermo Fadanelli es uno de los escritores más provocadores de las letras mexicanas. Desde finales de la década de los ochenta y, sobre todo, en la década de los noventa, el nombre de Fadanelli era moneda corriente, pues dirigía una de las revistas más interesantes de esos años: Moho.
El autor de Lodo publicaba en los fanzines más recónditos y en los diarios de mayor circulación. Sus textos narrativos, sus entrevistas, sus artículos o sus crónicas eran siempre mordaces y su humor ácido le confirió un lugar único en las letras: El Provocador.
Pero nunca fue el escándalo por el escándalo. En sus comentarios sobre la vida cotidiana, sobre la familia, la política o el poder, siempre había argumentos y razón. Junto a su grupo de Moho crearon lo que entonces se conocía como “literatura basura”: una suerte de literatura “desechable” en la que se contaban historias sucias, llenas de violencia, prostitución, sexo y contadas a través de un lenguaje soez. Sólo Fadanelli, quien ocupaba el lugar más alto entre todos los escritores de esa corriente, logró convertir aquello en literatura y darle un giro: sin abandonar esos temas, su prosa se transformó, ya no era aquella prosa aprisa y descuidada, sino una prosa en la que se notaba ya un estilo y una intención.
Durante algunos años poco se escuchó de este narrador, hasta que de pronto apareció publicado en el amplísimo catálogo de la editorial española Anagrama, en donde ya cuenta con varios títulos: Malacara, Educar a los topos, La otra cara de Rock Hudson y Compraré un rifle, entre otros. Si en estas dos últimas novelas vemos todavía a un autor lleno de violencia y sexo, en Educar a los topos estamos frente a un narrador al que le interesan las formas y los temas.
Novela de iniciación, nos narra el viaje de un niño, de su transcurrir de la infancia a la adolescencia, y de cómo es la vida en un colegio militar. Uno de los temas que permanece es el dedicado al Poder, a aquel poder que domina a los otros, el que humilla y abusa. Fadanelli es un autor que ha ido pasando de una literatura de la inmediatez a una literatura más concentrada. Si antes nos llenaba las páginas de cuerpos sudorosos, de un lenguaje sucio y de sexo por doquier; ahora vemos a un Fadanelli que se detiene a discernir entre la libertad y la prisión, entre la culpa y la bondad, entre el amor y el odio, en fin, entre el bien y el mal.