Rodolfo Mendoza
La novela como género es un arte maravillosamente vivo y cotidiano. Aunque en algún momento del siglo pasado se había predicho la muerte de la novela, ésta revivió como el sol de todos los días. La novela continúa siendo el género que más vende, por arriba de la poesía y los libros de cuentos. La novela, buena o mala, sigue dando a los lectores el placer de la lectura, acaso el entretenimiento y, pocas veces, un “camino de la sabiduría”. ¿Cómo no aprender ética con Graham Greene en El revés de la trama? ¿Cómo no aprender de soledad con Kafka? ¿De qué manera no saber lo que es el amor si no se lee Divorcio en Buda?
La novela es un camino del conocimiento; claro, si se sabe qué autores leer. Una cosa es cierta: los grandes novelistas no están de moda: Diderot, Sterne, Fielding, Flaubert, Tolstoi, Dostoievski, Kafka, Joyce, Hašek, Musil, Broch o Gombrowickz, no están de moda, no son autores que el común de los lectores visiten o vuelvan a visitar ahora. Eso nos dice Milan Kundera en su libro de ensayos El telón(Ensayo en siete partes). Kundera mismo es uno de esos grandes novelistas; recuerdo cuando a finales de los ochenta y principio de los noventa el nombre de Kundera era obligado en cualquier círculo de lectores: desde la candidez de quienes leían de la misma forma a Kundera que a Loaeza hasta los escritores que no cesaban de cantar loas al arte de Kundera. Kundera tuvo su momento, y ahora, como todo clásico, casi nadie habla de él ni lo lee: recordemos que esa es la premisa primera para ser un clásico literario: no ser leído; los casos ya fueron nombrados líneas arriba. Cito, como ejemplo, el Tristram Shandy de Sterne, obra monumental donde las encuentre el lector, novela obligada si se quiere conocer mínimamente la evolución y tradición de la novela, y ahora, ¿quién la lee?, y así podemos ir citando a Rabelais, Diderot, Tolstoi, o Broch, y veremos que su nombre lo sabemos de memoria porque es el canon cultural, pero que lectores de ellos hay pocos.
En El telón (Ensayo en siete partes) Milan Kundera repasa la historia y la función de la novela. Si el lector hace memoria, vendrá a su mente inmediatamente aquel ensayo que publicara en México la editorial Vuelta: El arte de la novela, del mismo escritor checo. Desde aquel primer libro en donde Kundera ensayaba sus reflexiones sobre este arte, hasta llegar a El telón, vemos que las inquietudes, repasos, lecturas y relecturas de Kundera a más de estar claras se han multiplicado. Lo más importante de un ensayo es, siempre, la duda que lo ve nacer. Para gozo del lector, las dudas e intranquilidades que causa el arte de la novela a Kundera lo llevó a este nueve ensayo en siete partes, ensayo que lo hace reflexionar sobre la continuidad histórica de este arte, la novela como vía de conocimiento y placer, el oficio del novelista, la estética y la ética en la novela, las posibilidades transgresoras de la novela, y sus relaciones con la memoria y el olvido.
Pocos novelistas de la talla de Kundera se han atrevido a aventurar su ars poetica. De Kundera el lector tendrá que repasar La inmortalidad, La despedida, La broma, La insoportable levedad del ser, en fin, todas esas novelas que fueron leídas y multicitadas hace más de dos décadas y que ahora esperemos que no duerman el sueño eterno de todo clásico.